El 11 de marzo de 2020 marcó un hecho histórico cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) oficialmente declaró al mundo sumido en una pandemia por el COVID-19.

En ese entonces, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció la preocupante noticia, subrayando la necesidad de una acción global coordinada para contener la propagación del virus y proteger a los ciudadanos.

En un discurso el día de la declaración, Tedros Adhanom Ghebreyesus expresó su profunda inquietud ante el rápido aumento de casos fuera de China, donde la epidemia se originó, así como la inacción global que estaba exacerbando la crisis.

En apenas dos semanas, el número de casos fuera de China se había multiplicado exponencialmente, lo que llevó a la caracterización de la situación como una pandemia.

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En ese momento, el mundo estaba enfrentando una situación crítica, con más de 118 mil casos confirmados en 114 países y un total de 4 mil 291 personas fallecidas.

La mayoría de los casos se concentraban en cuatro países, mientras que 81 regiones aún no habían reportado contagios y 57 países tenían 10 o menos casos confirmados.

El entonces director de la OMS reconoció la gravedad de la situación y admitió que la organización estaba confundida y alarmada por la magnitud y rapidez de la propagación del virus.

Esta pandemia, causada por un patógeno sin precedentes, requería una respuesta sin precedentes por parte de la comunidad internacional.

A lo largo de estos cuatro años, el mundo ha experimentado altibajos en la lucha contra el COVID-19, con avances científicos, desafíos logísticos y sacrificios personales.

A pesar de los esfuerzos continuos, la pandemia sigue siendo una realidad presente en nuestras vidas, recordándonos la importancia de la solidaridad global, la precaución y la colaboración en tiempos de crisis.

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