En el cuarto episodio de MasterChef Celebrity Generaciones, Rafa Polinesio dejó a todos con la boca abierta.

Lo que comenzó como una noche negra para el influencer Rafa Polinesio, terminó con ovaciones y el reconocimiento al mejor platillo del programa.

La noche del 20 de abril en MasterChef Celebrity fue puro drama culinario. Por primera vez en esta edición, 11 participantes enfrentaron el reto de eliminación, lo que encendió tensiones, estrategias y gritos en la cocina más famosa de México.

Entre los sentenciados estaba Rafa Polinesio, el influencer que hasta ese momento había logrado esquivar el mandil negro por habilidad… o por estrategia ajena.

Sin embargo, esta vez no hubo salvación y tuvo que demostrar si solo es bueno frente a la cámara o también frente a los fogones.

La caída casi anunciada de Rafa

Rafa ya había probado las mieles del balcón gracias a la ayuda de Nicky, quien lo salvó en el tercer episodio.

Pero en esta nueva ronda de fuego, los chefs no tuvieron piedad. La chef Zahie, además, se lanzó contra Plutarco y Memo Ríos por ignorar sus consejos, dejando claro que esta temporada no está para apapachos.

Para Rafa, la noche pintaba mal. Había dudas, presión y un platillo con un nombre que parecía más chiste que receta: “No te pases Ana Karen, pensé que te había mordido un Robalo”. Y sin embargo…

De la burla al balcón: ¡aplausos para el Polinesio!

Su platillo fue el último en ser probado. Todos esperaban un desastre o, cuando mucho, una salida decorosa. Pero lo que siguió fue una cátedra de sorpresa colectiva.

El chef Poncho dijo que el plato estaba “limpio y bien ejecutado”, mientras que la chef Zahie lo soltó sin rodeos:

“¡El mejor de la noche!”

Sin deliberación, le pidieron que se quitara el mandil negro y se subiera al balcón. La ovación vino de chefs y compañeros por igual.

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Más allá del sabor, lo que sorprendió fue el progreso. Rafa no es chef, y nunca lo ha pretendido. Pero cada semana pone el alma en la cocina, y esta vez ese esfuerzo rindió frutos.

La inspiración de su hermana Karen lo empujó a demostrar que, con un buen sazón (y algo de humor), cualquiera puede brillar.

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