En el corazón de Chiapas, Chamula, un pequeño municipio con una rica herencia cultural, se ha convertido en un fenómeno global ser el pueblo que más Coca-Cola consume en el mundo. Mientras que México lidera el mundo en el consumo de esta bebida, con un promedio de 160 litros por persona al año, Chamula rompe récords, alcanzando los 821.25 litros anuales por habitante. Esta cifra es abrumadora si se compara con el promedio mundial de 25 litros.
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Lo que hace aún más particular este caso es cómo la Coca-Cola se ha integrado en las tradiciones y rituales del pueblo tzotzil.
Se cree que el gas de la Coca-Cola ayuda a expulsar los malos espíritus
La creencia de que el gas de la Coca-Cola ayuda a expulsar malos espíritus ha consolidado su uso en ceremonias sagradas, como los rituales de sanación que se realizan en la iglesia local. Aquí, es común ver botellas de Coca-Cola acompañadas de veladoras con la imagen de la Virgen de Guadalupe, donde los feligreses sorben la bebida como parte de sus oraciones.
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Además de su función ritual, la Coca-Cola se ha convertido en una alternativa diaria al agua potable, que es escasa y, en ocasiones, más costosa en esta región. La cercanía de la planta embotelladora y la falta de regulación efectiva han permitido que lo que más se consume para “hidratarse” se la Coca-Cola en Chamula y que este hábito se mantenga y crezca, a pesar de las advertencias sobre los riesgos para la salud.
¿Dónde está Chamula?
San Juan Chamula es una localidad ubicada en el estado de Chiapas, México, a unos diez kilómetros de San Cristóbal de las Casas y doce kilómetros de San Andrés Larráinzar. Es la cabecera del municipio de Chamula y está habitada principalmente por indígenas tzotziles, conocidos como chamulas. Este gentilicio se utiliza para referirse a diversas etnias mayas de la región, como los tzotziles, tzeltales, mames, tojolabales y choles. Chamula se encuentra en las zonas altas de Chiapas, donde se preservan culturas y costumbres prehispánicas.
Chamula, con su mezcla única de tradición y modernidad, es un ejemplo sorprendente de cómo un producto global puede arraigarse profundamente en la vida de una comunidad, hasta convertirse en parte esencial de su identidad cultural.
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