El artículo 18 de la Constitución de nuestro país, establece que el sistema penitenciario deberá ser organizado por los gobiernos federal y estatales. Partiendo de la base del respeto a los Derechos Humanos, del trabajo, de la capacitación para el mismo, de la educación de la salud y del deporte, como medios para lograr la reinserción social de los sentenciados a una pena privativa de libertad. Sin embargo, no se debe considerar que son los únicos caminos o instrumentos para alcanzarlo, existen otros como la religión y el arte.
En Puebla hubo un ejercicio muy interesante que le permitió a un grupo de internos conocer y convivir con el arte. Esto, a través de un taller impartido por el gran artista plástico José Lazcarro Toquero.
El maestro Lazcarro, “El Profe”, como le decían sus alumnos del centro penitenciario del Estado (San Miguel), es un exitoso artista. Cuenta con un importante reconocimiento internacional por las exposiciones que ha montado en diferentes partes del mundo. Sus impresionantes murales se pueden disfrutar en la Biblioteca Central de la UNAM. También en la Universidad de Alburquerque Nuevo México, en el edificio de Humanidades de la Universidad de las Américas Puebla, en la Universidad Popular Autónoma de Puebla. Así como en el edificio del Teatro de Cholula, entre otros lugares. Ha sido fundador y profesor de escuelas de arte en diferentes instituciones de educación superior como la UDLAP, la BUAP y UNARTE.
Un día, platicando con él de las cárceles del Estado y de la enorme necesidad de verlas y atenderlas, le propuse que diera una plática acerca del arte a los privados de libertad del CERESO del Estado. Con la generosidad que lo caracteriza accedió de inmediato. Esa plática se convirtió en un taller de arte que se prolongó durante más de dos años. Íbamos todos los lunes.
En un principio, “El Profe” iba con cierto temor y mucho cuidado. Pero a los pocos días, fue tomando confianza hasta hacer del recorrido por los profundos pasillos de la cárcel, un momento de imaginación en el que preparaba la clase de cada visita. Al entrar y salir, en el espacio de los túneles y andadores, platicábamos de sus reflexiones, llamaban su atención los sonidos y los olores de la prisión.
Cada semana el maestro Lazcarro les transmitía conocimientos que permitían transitar de un trabajo artesanal a uno artístico. Se apreciaba con claridad su evolución en la aplicación de los nuevos conocimientos adquiridos. En cada sesión del taller de arte, surgían obras sorprendentes cargadas de emociones y realidades que cada uno de ellos hacía durante la semana en los espacios reducidos de sus celdas.
La convivencia semanal fue generando una relación respetuosa y cercana entre los alumnos y el maestro. Las clases eran interesantes y divertidas dado el conocimiento y el carácter del “Profe”, al que los internos le manifestaban su agradecimiento y cariño. Como un acto de reciprocidad, el maestro Lazcarro les propuso realizar una exposición de las mejores obras. Todos pensaron que la exposición de sus trabajos sería al interior del CERESO de San Miguel. La sorpresa fue que sus obras se colocaron en un salón de San Pedro Museo de Arte.
Cada clase los internos mostraban su emoción y entusiasmo. Mencionaban que sus ideas y pensamientos podían traspasar los muros que durante años los habían contenido. Que era como si una parte de ellos se evadiera por unos días. Tomando esa idea, la muestra se llamó “Poliana, el arte de la fuga”, que se inauguró el 19 de septiembre de 2019 con la colaboración y apoyo del Gobierno del Estado de Puebla. También de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la que se expusieron más de 90 obras.
La exposición pretendía meter a la cárcel a los asistentes. Esto a partir de sacar de la cárcel a los internos -metafóricamente hablando-, con el fin de sensibilizar a la sociedad de la importancia de no ser indiferentes ante una realidad que existe. Y que no estamos haciéndonos cargo de ella, mostrando el talento y la expresión de las emociones de aquellos nuevos artistas.
Ésta fue una gran e inolvidable experiencia para todos los que participamos en ella, que debería repetirse hasta lograr el objetivo.