El ser parte de los tomadores de decisiones locales o federales es una labor primordial y de suma importancia para todos nosotros. Además, que es una tarea que se ve siempre relacionada con los beneficios y renombre que les da tener la oportunidad de representarse en las tribunas.
Sin embargo, alguna vez nos hemos preguntado si es una labor que de alguna forma desgaste o ponga en peligro la integridad de las y los legisladores. La respuesta es que, incluso con sus particularidades, es una labor desgastante en lo emocional, físico e incluso social.
La razón por la que saco este tema a colación es debido a lo sucedido hace algunos días en el congreso de la Ciudad de México, con respecto a la irrupción violenta de colectivos a las instalaciones de dicho recinto debido a una iniciativa propuesta por una diputada.
La iniciativa hablaba de la prohibición de la mutilación de genitales a niños y niñas en la Ciudad de México. En lo personal, creo en la libertad de las personas con respecto a lo suyo, sin embargo, también considero que el poner una decisión irreversible en las manos de un menor sin la madurez y razonamiento necesario para tomar una determinación de tal magnitud es sumamente irresponsable así como poco ético.
Más allá de la opinión de cada uno respecto a la iniciativa impulsada, es sumamente preocupante la forma de “manifestarse” de estos colectivos contra la diputada. Esto debido a que dentro de los acontecimientos; estos colectivos violentaron, agredieron y lesionaron a personal que trabaja en el recinto, así como al mismo edificio histórico que alberga al poder legislativo de la capital.
Inclusive, más allá de eso, se ve en los diferentes videos captados, la clara intención de querer llegar a tener contacto con la diputada temiéndose que pudieran atentar contra su integridad física o incluso su vida, actos totalmente deplorables, vengan de quien vengan.
Lo que al final nos deja como advertencia y reflexión estos hechos es que se nota un país totalmente polarizado y dividido, que ha aprendido a que la forma de defender sus causas y arreglar las diferencias es mediante la violencia y la descalificación.
Esto es un peligro porque, más allá de las diferencias, México nos necesita para crecer y lograr una vida más digna y plena para todos. Por ello, no olvidemos que somos seres humanos con la misma dignidad, pero que el respeto de esta conlleva el aceptar ciertas responsabilidades cívicas mínimas que nos permitan la convivencia social.
Ante ello, nosotros como ciudadanos, debemos buscar impulsar el debate, los espacios de dialogo y encuentro, así como el fomento de la reconciliación nacional. Pues sin ello, no solo se frenará un futuro mejor, sino que dejaremos un país en ruinas para nuestros hijos y las generaciones subsecuentes que no conozcan otro país que el que arregla las cosas a golpes y violencia.