La guerra entre Rusia y Ucrania ha dado un giro significativo en los últimos días con la visita del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a la Casa Blanca por primera vez desde que Donald Trump retomó el poder.
Durante la administración de Joe Biden, Estados Unidos se consolidó como un firme aliado de Ucrania en su lucha contra la Rusia de Vladimir Putin. Sin embargo, la situación ha cambiado drásticamente con la llegada de Trump y su vicepresidente, J. D. Vance. En una reciente reunión, ambos advirtieron a Zelenski que la resistencia ucraniana ha sido posible gracias al apoyo estadounidense. Dejando en claro que Ucrania no está en posición de exigir nada.
Las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania parecen estar debilitándose, lo que, de consolidarse, podría acelerar una victoria rusa en el conflicto. Incluso, se percibe un cambio en la postura de Trump, quien podría optar por una actitud más neutral o inclinarse levemente hacia Rusia con tal de poner fin a una guerra que parece estancada y sin una salida clara.
Sin duda, esta situación tendrá repercusiones en la administración Trump, ya que el mandatario busca proyectar la superioridad estadounidense bajo un enfoque tradicionalista. No obstante, su aparente pasividad frente a la invasión rusa resulta contradictoria con su discurso de liderazgo y firmeza.
Por otro lado, el nuevo gobierno estadounidense muestra una tendencia hacia negociaciones agresivas y la intimidación como herramientas de presión contra países con menor poder. Ya lo ha hecho con México, Panamá y Canadá, y ahora parece estar adoptando la misma estrategia con Ucrania
Ante este panorama, el mundo occidental, históricamente aliado de Estados Unidos, deberá tomar medidas y precauciones para evitar una guerra comercial o una polarización aún más peligrosa. Como el propio Trump advirtió en la Casa Blanca a Zelenski: “You’re gambling with World War III”.
