En columnas pasadas hemos hablado del tema de la “sobrerrepresentación” que va a tener Morena (y sus aliados) en la Cámara de Diputados. Ahora hablaremos de la presencia que tendrán en la otra Cámara, la de Senadores.
El Senado de la República se integra por 128 Senadores, electos de la siguiente forma: 64 de ellos por el principio de mayoría relativa, es decir, por elección directa (2 por cada estado: las 2 fórmulas ganadoras); 32 por el principio de primera minoría, es decir, la primera fórmula del partido que haya quedado en segundo lugar (de cada entidad); y 32 por la el principio de representación proporcional, es decir, los pluris, que se “eligen” mediante una lista nacional (que cada partido registra) y se les asignan de acuerdo a su porcentaje de votación.
De acuerdo a los resultados de la última elección, Morena y sus aliados tendrían 83 Senadores (por las 3 vías), es decir, se habrían quedado a sólo 2 Senadores de tener la mayoría calificada (85). ¿Por qué es tan importante la mayoría calificada, y concretamente, ésta mayoría calificada? Veamos.
Para hacer una reforma constitucional, se requiere la aprobación de las 2/3 partes de ambas Cámaras, más aparte, la mitad más uno de las legislaturas de los estados. Esto se conoce como “el constituyente permanente”, una construcción abstracta del sistema político, que denota la calidad impersonal del poder reformador (“según”).
Con la mayoría calificada que le otorgó -mañosamente- el INE a la 4T en la Cámara de Diputados, más la mayoría de los Congresos que ya de por sí tenía Morena, sólo se quedaba a un último espacio que impedía al oficialismo tener el poder absoluto para reformar la Constitución, y era, precisamente, esos dos votos en la Cámara de Senadores.
Por supuesto que se sabía de antemano que dicho “impedimento” era demasiado endeble, ya que siempre estaría latente la posibilidad de que alguna bancada, sobre todo la del PRI (del impresentable “alito”), negociara con el poder y terminara dando los votos que le faltaban. Se sabía, pero insisto, a los mexicanos nos encanta hacernos ilusiones: “la esperanza muere al último” -dice el dicho-
Pero lo ocurrido ayer, fue simplemente grotesco, ofensivo, indigno. Desde el pasado martes, en una entrevista improvisada, el Senador del PVEM, Manuel Velasco (anteriormente considerado como un personaje corrupto por la 4T, pero hoy gran aliado de ellos), anunció con una sonrisa cínica, que estaban a un 99.9% de conseguir esos votos que faltaban para tener la mayoría calificada. Dijo que (palabras más, palabras menos) “estaban en pláticas muy avanzadas” para poder concretar algunas adhesiones a su “bancada” (no del Verde, sino de la 4T, que es enteramente lo mismo).
Transcurrieron las horas, y efectivamente, un par de Senadores, Sabino Herrera y Araceli Saucedo, quienes llegaron por las siglas del PRD, anunciaron su incorporación a la bancada de Morena, con lo cual, se logra la tan ansiada mayoría calificada. Más allá de la “justificación” que dieron ambos Senadores: “que se pasaron a Morena porque se quedaron sin partido”, lo cual es una argucia porque, si bien desapareció el PRD, ellos hicieron campaña por una coalición, y bien se pudieron ir a la bancada del PRI o del PAN para mantener su “congruencia”; pero no, prefirieron irse con la alianza a la que se enfrentaron en las urnas.
Esto representa, además de un desaseo político, una muestra de incongruencia, pero además, una falta de respeto a los electores que confiaron en ellos, que les dieron su voto pensando en que serían una oposición a Morena y que finalmente descubrieron que no fue así. Una verdadera traición a los ciudadanos. Algo que tendría que regularse para evitar que se repita en el futuro. He aquí un ejemplo de lo que podría discutirse en una verdadera reforma electoral.
En fin. El caso es que Morena ya tiene todas las herramientas (bien habidas o mal ganadas, depende con el cristal que se mire) para poder hacer cualquier reforma constitucional, o hacer incluso una nueva. ¡Viva el poder absoluto en nuestro país! RIP por la democracia y los contrapesos…
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