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Economía de la (des)ilusión

La economía de la ilusión, el caso Kodak

La economía de la ilusión, el caso Kodak

PASA SEGUIDO: El término “economía de la ilusión” o “ilusiones económicas”, afecta a cualquier nivel de la esfera económica, desde el familiar hasta el nacional o regional, se define como el conjunto de percepciones erróneas o ideas sin sustento sobre cómo funciona la economía, ya sea a nivel individual o colectivo.

Durante gran parte del siglo XX, Eastman Kodak dominó el mercado de la fotografía tradicional, liderando tanto en la fabricación de cámaras como en la producción de películas y papeles fotográficos. Su modelo de negocio se basaba en una estrategia que maximizaba las ganancias por consumibles: las películas y el revelado, más que las cámaras en sí. Lo mismo ocurre ahora con las impresoras y con las propias computadoras.

A pesar de ser pioneros en la tecnología digital -Kodak desarrolló una de las primeras cámaras digitales en 1975- la empresa optó por no capitalizar plenamente esa innovación. Temía que impulsar la fotografía digital redujera sus lucrativos ingresos del negocio de películas y papeles.

A medida que otras empresas abrazaron la fotografía digital y los consumidores empezaron a cambiar sus hábitos, la demanda de películas cayó rápidamente. Esto dejó a Kodak con una estructura de costos que ya no podía sostenerse en un mercado digital emergente.

Empresas como Canon, Sony y Fujifilm adoptaron la revolución digital con más entusiasmo, mientras Kodak se aferraba a su negocio tradicional. El tiempo perdido permitió a estas compañías ganar terreno y relegar a Kodak a un segundo o tercer plano.

Aunque intentaron incursionar en algunos segmentos digitales, las apuestas no fueron lo suficientemente decididas ni bien ejecutadas. Cuando finalmente intentaron reconvertirse, la ventaja competitiva y la lealtad de los consumidores ya se habían desplazado. Kodak pasó de ser un líder mundial a declarar la bancarrota en 2012.

Kodak, que empleaba a decenas de miles de personas en su apogeo, comenzó a recortar su personal significativamente desde finales de los años 90 y principios de los 2000. Con la bancarrota en 2012, miles de empleados fueron despedidos. Muchas pequeñas empresas que dependían de Kodak también cerraron o redujeron operaciones, afectando la economía regional. La salida de empleados bien remunerados y la incertidumbre económica hicieron que los precios de las propiedades cayeran en varias áreas de la ciudad. La ilusión terminó por una mala visión y por la pésima decisión de mantener un mercado que apuntaba a desaparecer.

La desilusión (desaparición de la ilusión) que ocurrió en una empresa líder como Kodak, es una situación más que común en la economía. Kodak llama la atención por ser una empresa de expertos y, sin duda con áreas de análisis tecnológicos que debieron y pudieron o no quisieron estudiar y planificar el futuro.

Si con un grupo de especialistas surge la desilusión, países enteros como Grecia, Argentina, Sudán, Venezuela o Cuba, gobernados por demagogos sin cultura, casados con ideales o doctrinas inalcanzables, enfrentan crisis de las que, si no saben o no pueden ver cómo llegaron a ellas, con menor valor pueden aprender a superarlas, la (des)ilusión del discurso  mata a cualquier realidad, cayeron el entrampador y el entrampado.

PERO NO APRENDEMOS: La Venezuela del Chavismo, empeorada por la ignorancia supina de Maduro y su clan, con un modelo económico inaceptable para un alumno de primer semestre de economía o de administración, basado casi exclusivamente en el petróleo, resultó insostenible en el largo plazo. La dependencia, combinada con un mal manejo de los recursos, políticas económicas desarticuladas y un entorno institucional debilitado, llevó al país a una de las peores crisis económicas y humanitarias de su historia. Venezuela pasó de ser uno de los países más ricos de América Latina a enfrentar una situación de pobreza extrema y emigración masiva, demostrando cómo la falta de diversificación y de planificación a largo plazo puede tener consecuencias devastadoras. La (des)ilusión y su crisis son patentes, solo que algunos “no se dan cuenta”.

¿Y AQUÍ?… ¡TAMBIÉN!: A nivel plan, programa o proyecto también hay casos patentes de (des)ilusiones caras que tienen un altísimo costo de oportunidad (lo que se dejó de hacer por priorizar ideas alegres). Muy cerca tenemos el caso del INSABI (Instituto de Salud para el Bienestar) en México, que encaja perfectamente dentro de esta categoría en el sentido de una política que, aunque prometía grandes mejoras, terminó enfrentando desafíos significativos en su implementación, con resultados muy inferiores a las expectativas iniciales, claro el fracaso ilusorio se pagó con nuestros impuestos y con el incremento de la ya alarmante deuda pública.

El INSABI fue diseñado para sustituir un aceptable Seguro Popular, con el objetivo de garantizar acceso universal y gratuito a servicios de salud. En teoría, esta medida buscaba eliminar barreras económicas para millones de mexicanos, ofreciendo atención médica de calidad sin que los usuarios tuvieran que pagar por consultas, estudios o medicamentos.

Se presentó como un cambio estructural que acabaría con las limitaciones del modelo anterior. El INSABI prometía fortalecer la infraestructura de salud, reducir la fragmentación del sistema y mejorar el abasto de medicamentos, todo bajo un esquema más transparente y eficiente, nada de eso ocurrió. Oh, desilusión.

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La transición del Seguro Popular al INSABI fue complicada, por falta de experiencia, conocimientos y capacidad y exceso de recursos que se fueron -literalmente- a la basura. Las reglas de operación no estaban claras al inicio, y muchos hospitales y clínicas enfrentaron incertidumbre sobre cómo acceder a los fondos o coordinar servicios. Esto generó interrupciones en el suministro de medicamentos, falta de personal capacitado y, en algunos casos, un aumento de las dificultades para acceder a tratamientos especializados.

El INSABI no cumplió con la promesa de un acceso verdaderamente universal y sin costos, vana ilusión y dolorosa desilución. En varios estados se reportaron quejas sobre la calidad del servicio, largas esperas y la persistencia de cobros por ciertos procedimientos. Esto llevó a que el modelo fuera ampliamente criticado, tanto por usuarios como por expertos en salud pública.

El INSABI es un ejemplo de cómo una política pública (¿realmente existió una política pública?), mal diseñada, genera expectativas muy altas que murieron ante dificultades prácticas que lo llevaron a la quiebra. Aunque no se trata de una intervención tradicional del mercado como en los ejemplos de industria o recursos naturales, el INSABI encaja en la tipología de promesas económicas que, en su implementación, revelan efectos colaterales o resultados desastrosos en relación a los proyectados inicialmente.

DE FONDO: Las criptomonedas forman parte toral de una “economía de la ilusión”, en base a  cómo se manejen las expectativas y los resultados en torno a ellas. En sus primeros años, el auge de ciertas criptomonedas fue impulsado por una narrativa de independencia financiera, enormes rendimientos y una revolución en la forma de manejar el dinero. Esto atrajo a muchos inversores minoristas que esperaban rendimientos rápidos y seguros. Al ser una “moneda” sin respaldo alguno, sus altas y bajas, más allá de los mercados, dependen de la ilusión del comprados por vender arriba de lo que compró, algo que no existe, y de su desilusión al perder en un mercado de burbujas virtuales.

DE FORMA: Algunas empresas unicornio (startups con una valoración superior a mil millones de dólares) encajan en la idea de una “economía de la ilusión” si su elevado valor de mercado no se traduce en una rentabilidad o sostenibilidad real. Estos casos están impulsados por expectativas futuras, en lugar de resultados actuales. Uber es un ejemplo de las tensiones entre la narrativa de crecimiento exponencial y los desafíos de la rentabilidad. Si bien innovó el modelo de transporte, también es un caso en que las altas expectativas y la dependencia de financiamiento externo generan una “economía de la ilusión” en la que los números iniciales brillan más que los fundamentos económicos sostenibles.

DEFORME: Hoy asume su segundo periodo como presidente de los Estados Unidos Donald Trump. La base de su éxito está en sus slogans “Make America Great Again”, (“Hacer a América Grande Otra Vez”) y “Save America” (“Salvar a América”), que reflejan un nacionalismo a ultranza. Contra los pronósticos de que la ilusión de la película “Un día sin mexicanos” (ya viene la parte 2) es cierta, su política económica golpeará severamente a México y limitará su potencial de crecimiento. No es bueno ponerse con el burro a las patadas, a no ser que tengas la ilusión de ganarle… y eso está bien difícil.

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