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Y cuando despertó… la pobreza seguía ahí

La pobreza

Y cuando despertó... la pobreza seguía ahí

EL LADO TÉCNICO: No cabe duda que uno de los fenómenos que actualmente enfrenta nuestro país y que afecta realmente al comportamiento de la economía, ha sido el proceso inflacionario que comenzó a desbordarse, después de casi 20 años, a principios del 2020.

Este fenómeno provoca, entre otras cosas, altos costos sociales, que afectan directamente al ahorro y a la inversión, así como también a la asignación de recursos, la pérdida de productividad y el deterioro de la producción y el empleo y también el nivel medio del ingreso, generando fuertes tensiones, e incrementando los niveles de pobreza real, la que no alcanza para una canasta básica, ni para servicios de salud, vestido, educación, etc., lo que tiende a debilitar la estructura social.

Partamos de la merma en el poder adquisitivo, que, por supuesto, no se reduce a 24 artículos de una canasta básica que no existe ni en Haití, ni en Burundi.

La inflación es un fenómeno monetario que resulta de un crecimiento acelerado en la cantidad de dinero en comparación con el ritmo del aumento de su demanda, claro que no se descarta la posibilidad de que otros factores, como las mega inversiones públicas sin productividad inmediata, puedan provocar aumentos en los precios, aunque no de manera sostenida.

La demanda real de dinero se supone que depende del costo de su tenencia y del ingreso real. Dado el costo de mantener saldos monetarios, una disminución en el ritmo de crecimiento de la economía implica mayores presiones inflacionarias si no se ajusta la oferta monetaria. Por otro lado, un crecimiento de la demanda agregada de bienes y servicios que es financiado mediante la emisión de dinero, también generará mayores presiones inflacionarias, si la oferta monetaria excede al crecimiento de su demanda.

Estas relaciones han permitido algunas afirmaciones en el sentido de que la inflación se debe a rezagos en la oferta agregada de bienes y servicios, y en consecuencia su cura requiere incrementar la productividad, nosotros diríamos que la competitividad. Si bien estas afirmaciones son lógicamente correctas, la variabilidad posible en el producto es menor que la de la oferta de dinero, el petróleo, los cereales, los metales y ¡el propio dinero! (su precio se refleja en las tasas de interés) son claros ejemplos.

La experiencia en el caso de México es muy clara; las variaciones en las tasas de crecimiento que en promedio se han observado en los últimos dos años, a pesar de ser negativas, o muy reducidas, son substancialmente mayores para la cantidad de dinero circulante.

En consecuencia, se puede afirmar, con base en este enfoque, que los cambios en la oferta monetaria han dominado los cambios en el producto como variable explicativa de la inflación que se ha vivido recientemente y que se había controlado por casi 20 años.

Si bien el enfoque adoptado le asigna al exceso de oferta de dinero un papel muy importante, no es el único considerado para explicar el comportamiento de la inflación. Dado el tamaño relativamente pequeño de la economía mexicana, en comparación con el resto del mundo, y su grado de apertura al exterior, es de esperarse que la inflación internacional sea una variable que contribuya a entender la evolución de los precios internos.

Debe señalarse que la inflación externa es un factor considerado tanto por las explicaciones monetaristas como por las estructuralistas. Finalmente, de acuerdo con esta última escuela, es necesario incluir a los salarios como variable de costos.

EL LADO HUMANO: Bajo el supuesto de que las remuneraciones al trabajo son exógenas, determinadas fundamentalmente por la política salarial seguida por el gobierno o por las grandes organizaciones sindicales, se incluye esta variable en el análisis como una de las determinantes de la oferta de los bienes no comerciables y, por lo tanto, de sus precios: más demanda, menos producción, precios más altos, menores ingresos, pobreza y miseria (casos Venezuela, de Chávez y Maduro; Cuba, de los hermanos Castro; y Nicaragua, de la familia Ortega).

En México el control de la inflación no ha sido exitoso desde la pasada crisis de la pandemia hasta la fecha, o más bien se ha descompuesto desde el pasado diciembre de 2019 si sólo analizamos esta variable, pero debemos recordar las privaciones que ha tenido que sufrir la población en general para lograr reponernos de la crisis sanitaria. También debemos estar muy atentos al crecimiento que logre nuestro país, después de la pérdida del 8.5% del PIB en 2020, ya que, si se descuida esta variable tan importante, podrían agravarse los problemas en el largo plazo, que nos conducirían a tasas de inflación más elevadas que las actuales.

En ningún año de este sexenio hemos crecido lo que se han proyectado en los “Criterios de Política Económica” que presenta Hacienda y que, por supuesto pasan al basurero del olvido oficial. De hecho, aún no hemos recuperado los niveles de prepandemia en cuanto a PIB y PIB per cápita se refiere.

Debemos decir que estamos lejos de alcanzar la meta macroeconómica que “neoliberales” y populistas nos han prometido ciclo a ciclo: “CRECIMIENTO ESTABLE Y BIEN DISTRIBUÍDO”, esto no es cuestión de ideologías o de frases huecas, es cuestión de capacidad y honestidad, contravenenos de la corrupción, de mentiras y verdades.

El crecimiento actual, que no desarrollo, se sustenta en más de 5 mil millones de dólares mensuales de remesas que más de 12 millones de migrantes (que en México estarían en situación de pobreza o pobreza extrema) envían a cerca de 10 millones de hogares mes a mes, cuyos habitantes, de no recibirlas, estarían también en la misma situación de pobreza.

El otro factor que ha contribuido a la recuperación del PIB son las exportaciones, sobre todo las de automóviles, hoy tan criticados en la prédica mañanera. No se trata del simplismo se “subirse o no” a un auto nuevo, se trata del número de empleos que esa producción genera y de su multiplicador que permea hasta en siete estratos sociales. No compro, no vendo, no produzco, sería la conclusión de la tan “analizada” propuesta, extensible a miles de artículos y servicios y que harían volver a la tumba al mismísimo Marx (Carlos, por supuesto).

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Con este crecimiento, polarizado y dependiente, más una deuda pública que crece de manera imparable, difícil pensar en un verdadero desarrollo. ¿Será eso lo que se pretende?

DE FONDO: La estabilidad no se está logrando al incrementarse o no contenerse la inflación (¿ya fue esta semana al Súper?).  Ésta, por otro lado, calculada a partir de una fórmula parcial que no refleja el alza del costo de la vida. Tan solo la canasta básica, los cereales, los metales, los medicamentos y los energéticos no subsidiados, han tenido un incremento en su precio tres o más veces a lo que se establece como “inflación oficial”.

DE FORMA: Al no disminuir la inflación, el crecimiento se está viendo amenazado a lo largo de este año y los subsiguientes. Adicionalmente,  en lo que respecta a la distribución de la riqueza en México todavía queda mucho por realizar, al grado de que dependemos de más cinco mil millones de dólares mensuales de remesas de migrantes, para sostener a más de 10 millones de hogares de mexicanos que ni con un sistema ni con otro (quizá porque los ejercen los mismos actores) encuentran el bienestar que la riqueza del país podría y debería de proporcionales, esto es difícil de alcanzar cuando necesitas medicamentos y te ofrecen un tren, a medio construir, por cierto.

DEFORME: Difícil de creer que la pobreza en México, según cifras y metodología del CONEVAL, ha disminuido en el país, y menos en la proporción que se señala. Datos que incluso no concuerdan con los de los años anteriores. Veamos datos duros: Cerca del 40% de los alumnos de escuelas privadas se han inscrito en escuelas públicas, la clase media, sin apoyo y satanizada pasa a estatus de pobreza. Se ha incrementado el número de migrantes y el monto de las remesas, son personas que serían pobres si no hubieran migrado. La pobreza no se mide solamente en función del ingreso; si consideramos la inflación, el crecimiento (o decremento real) del PIB, el acceso a medicamentos, seguridad, vacunas y servicios de salud. Hoy por hoy las cifras son muy inferiores al 2018, tendríamos derecho a una duda razonable y no a una explicación que se da con “otros datos”.

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