Inspirado quizá en el “Catecismo del Revolucionario” atribuido a un siniestro personaje llamado Netchaiev, Lenin solía justificar el daño, incluso la muerte, sufrido por gente ajena al conflicto que generó la Revolución de Octubre, definiéndolos como “victimas circunstanciales”. El fin justifica los medios.
En 1942, Hitler ordenó la masacre de 173 hombres inocentes (todo hombre mayor de 15 años habitante de Lídice, población Checa en cuyo honor se agregó su nombre al poblado de San Jerónimo, hoy parte de la Ciudad de México). Todos ellos inocentes “víctimas circunstanciales” de la ira Nazi por el asesinato de Reinhard Heydrich que, sin duda era de sus cuates del alma.
En 1932 ocurrió en Ucrania -pueblo mártir al cubo- la Gran Hambruna-Holodomor, genocidio perpetrado por el Estado bolchevique en el que murieron entre 6 y 10 millones de civiles; el objetivo era exterminar a la gente de nacionalidad ucraniana. En 1940 Stalin ordenó la matanza de 22 mil soldados y de la elite intelectual polaca (la masacre de Katyn).
Las invasiones a Hungría (1954) y la “Primavera de Praga” (1968), obra y (des)gracia de la entonces Unión Soviética en el marco de la llamada “guerra fría”; la masacre de Tiananmén en China (1989) las acciones y reacciones criminales en los países africanos (Uganda, Zimbabue, Ruanda), sin olvidar el martirio de civiles en Guernica, Hiroshima, Sarajevo, Bosnia-Herzegovina y Líbano, han generado decenas de “víctimas circunstanciales”.
Más ejemplos de locura destructiva los tenemos en las actuales represiones contra “disidentes” en Cuba, Venezuela y Nicaragua, a las que habría que agregar los ataques terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York y, hace 10 días, el ataque del grupo fundamentalista y terrorista Hamás, no solo contra su “enemigo” israelí, sino con el asesinato y secuestro de ciudadanos de otros países -mexicanos entre ellos- que ya son, sin duda, “víctimas circunstanciales”.
Estos son algunos de los ejemplos de este tipo de barbarie que la ignorancia, el odio sembrado y la falaz interpretación religiosa o nacionalista hacen que sufran miles de “víctimas circunstanciales” culmina, por el momento, en las ciudades mártires de Ucrania (Bucha, Grozni, Odessa, Járkov y Mariúpol) y en la franja de Gaza, acciones que, sin duda, Borges agregaría a su “Historia Universal de la Infamia”.
DAÑO COLATERAL: Hoy, más refinado el lenguaje, y más retorcida la mente, a las víctimas inocentes, al daño a la economía, a la destrucción, intencionada o por error, de personas, empresas, edificios y poblaciones enteras en todo el mundo, se le denomina eufemísticamente como “daño colateral”. No era el objetivo, pero “el fin justifica los medios”. Afganistán, Irak, Líbano, Israel y Palestina (que de ninguna manera es representada por el terrorista Hamás) son tres ejemplos patentes.
Víctimas circunstanciales y daños colaterales son el mejor ejemplo de que la ambición por el poder o su ejercicio irracional no considera a la sociedad a la que se dice servir, es la ley del más loco que se convirtió en el más fuerte, el dominio del más audaz, la minoría activa contra la mayoría pasiva y, muchas veces, estupefacta.
DIVAGA Y ENGAÑA: Sin ser una guerra directa, un serio daño colateral e infinidad de víctimas circunstanciales está ocasionando una descalificación “estratégica” y contradictoria que se hace a empresas, instituciones e instalaciones públicas y privadas -en su mayoría ajenas a los enredos políticos y politicoides- por medio de un sistema que señala culpables, pero no demuestra su culpabilidad, que se cura en salud (es un decir, porque hasta para combatir la pandemia hubo titubeos, confusión e ineptitud), que “anticipa” reacciones antes de las acciones y que siempre evade las respuestas directas a preguntas concretas.
¿Nos tardamos 100 años en construir una democracia y a sus instituciones?, ¡no importa!, Importa el fin político personal, el ego y, la idea sin sustento, sin plan, sin orden, con desdén y con mentira.
¿Se pierden inversiones que generarían producción, empleo, ingresos y mayor captación fiscal?, ¡no importa! Son también daños colaterales y golpes a los “adversarios”. ¿Se destruyen los empleos de gente humilde, las empresas, pequeñas y medianas que se construyeron con esfuerzo productivo de más de un sexenio?, ¡tampoco importa!, aunque trabajadores y empresarios hayan votado por el cambio, solo fueron medio, nunca fin.
¿De dónde viene esta “ideología”? ¡no importa!, el poder se entronizó, existe y sirve para cumplir caprichos y obsesiones políticas de capacidad limitada, pero de audacia sin fronteras y, por lo visto, sin escrúpulos.
Se compran, tal como antes, “difusores” profesionales: “yo llevo -decía uno de ellos- 25 años viviendo de esto”. ¿la bandera ideológica?, ¡no importa!, el fin justifica los medios y, por lo visto, los financia. Programas sin resultados, becas y apoyos sin causa real, son una buena razón para atacar a todo el que piensa en “contrario sensu” o aún al que pretende tener una posición crítica y neutral.
CONSPIRACIÓN: El histórico procedimiento ya utilizado y desgastado en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, monotáctico y vulgar, les ha dado resultado una y mil veces, origen y destino. ¿Importa tener la razón? ¡por supuesto que no! Lo que no se puede explicar, casi todo, se declara complot y ¡ya está! Ni Mandrake, ni David Copperfield, ni Cris Angel, lo harían tan bien.
Disfrazar conferencias como “diálogos Informativos circulares” y disparar discursos sin forma ni contenido, de paupérrima gramática, pero llenos de lugares comunes y sensibles (ricos/pobres, arriba/abajo, buenos/malos), sí importa. No importa que los ricos no sean ricos y los de arriba no lo estén tanto; si no piensan como el mensajero, son “adversarios” por exclusión, solo uno define, decide, selecciona, el resto obedece o es “enemigo”, nunca adversario político, menos ideológico.
La táctica o consecuencia es la ira colectiva, ¡mueran la inteligencia, la cultura y el conocimiento. ¡Es “su” complot, solo importa él, no tú, no yo, no tu familia, ¿no lo entienden?, ¡no importa!, eso es circunstancial y colateral.
Económicamente, se pierden miles de millones de pesos en inversión, y más ahora que el mundo acrecienta su “aversión al riesgo”, son, otra vez, daños “colaterales” que se reflejan como cancelación de reservaciones de turistas extranjeros, cancelación de inversiones, minimización de oportunidades “nearshoring”, etc. A la violencia verbal se añade la inseguridad física, la otra guerra ignorada o con el árbitro a favor del agresor, 170 mil muertos no son tema menor.
El daño colateral no tiene precio. Se alimentan y se crean odios, polarizaciones y divisiones en torno a un ego y a una ambición personalísima, misteriosa e iluminada. ¡México merece más, mucho más!, pero eso… ¡no importa!
Minorías activas, cibermercenarios, destrozan las redes sociales hasta en la ortografía y ejercen un aparente dominio sobre mayorías pasivas –generalmente también pacíficas- que serán, sin darse cuenta, los próximos sacrificados.
A fin de cuentas, son, somos, las verdaderas víctimas circunstanciales de un daño colateral. Ojalá y tengamos la capacidad de reaccionar, porque la división y el rompimiento, por lo pronto, solo a uno le convienen, curiosamente, al que provocó este caos.
DE FONDO: En 2006, dentro de las protestas por el resultado de la elección presidencial, se difundió, por parte del bando declarado perdedor, un cartel que resumía su pensamiento económico: “La publicidad genera ventas. Las ventas generan dinero. El dinero genera poder. El poder genera corrupción. La corrupción genera fraudes electorales. Y éstos generan naciones miserables” (revista “Milenio”, 7 de agosto del 2006). Hoy, este grupo tiene publicidad, dinero, poder y, de acuerdo a su postulado, corrupción.
La conclusión a este bárbaro silogismo sería que no debe de haber publicidad, ni ventas, ni dinero. Ni en Cuba aceptarían tamaña aberración (recordemos la publicidad de sus hoteles y centros vacacionales). El final de este “compendio de economía” sería “Y no habrá ingresos Fiscales”. Pero el fin era, desde ya, atizar el odio y el rencor contra todo lo que tenga publicidad y ventas; la solución, para el autor del barbarismo, era acabar con la riqueza, no con la pobreza, de acuerdo a este pobre razonamiento que hoy opera a todo lo que da.
DE FORMA: Mientras se alimenta el enfrentamiento, sobre todo en redes sociales, y se inventan enemigos diarios, los indicadores macroeconómicos se deterioran sin freno crecen la inflación y el desempleo (¿ya fue usted al súper esta semana?), se deteriora el tipo de cambio y crece brutalmente la deuda externa y su costo. A esto hay que agregar el resquebrajamiento de la clase media, y la inseguridad social agravada por la violencia interna y la crisis internacional.
DEFORME: No existe una guerra entre Israel y Palestina. La franja de Gaza, de tan solo 320 kilómetros cuadrados fue invadida por el grupo terrorista y fundamentalista Hamás. No es una guerra entre estados, la Autoridad Palestina está asentada en Cisjordania, Hamás le arrebató un espacio de su territorio y es ajena al conflicto. Patético, pues, declararse neutral y enviar condolencias a un grupo terrorista. Para Ripley…, para México.