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Salarios… Nada que celebrar

Salarios… Nada que celebrar

Salarios… Nada que celebrar

QUE NO LE DIGAN, QUE NO LE CUENTEN: Quizá por la fiebre y la ambición electorera que se ha desatado -oficialmente- en nuestro país, el gobierno anunció, el viernes pasado, con bombos y platillos, que el salario mínimo aumentará un 20% en 2024, con lo que pasará de 207,44 pesos diarios (11,92 dólares) a 248,93 pesos (14,31 dólares), gracias al acuerdo alcanzado entre el gobierno, la representación patronal y los sindicatos, con esto, se dijo, se duplica en términos reales dicho salarios durante la presente administración.

Si bien este aumento del 20% representa el mayor porcentaje de aumento acordado de un año a otro, en realidad no se puede evaluar, en términos de poder adquisitivo, si no se relaciona -desestacionaliza, dirían los economistas- con la inflación.

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Salarios… Nada que celebrar
Salarios… Nada que celebrar

Daremos tan solo dos ejemplos:

1. En el año 2,000, el salario mínimo era de 37.90 pesos diarios, notable diferencia NOMINAL con el actual, pero con ello se podían comprar 9.97 kilogramos de tortillas, que, en ese entonces, costaba 3.80 pesos, gracias a las bondades del TLC.

Hoy, mejor dicho, el próximo año, con los “históricos” 248.93 pesos, el consumidor podría adquirir 9.22 kilos. No aumentó el poder adquisitivo en 23 años. Aquí tenemos que considerar la inflación, pero también la falta de productividad/competitividad y, desde luego, la depreciación de la moneda.

2. Y aún hay más: En el año 2,000, un litro de aceite de oliva se adquiría por 22.51 pesos, hoy (¿ya fue usted al súper esta semana?) el litro, en oferta, se cotiza a 210 pesos el litro.

Con el salario mínimo del año 2,000 se adquirirían 1.68 litros, con el nuevo salario mínimo podría adquirir “hasta” 1.18 litros.

Lo que queremos decir es que no se pueden presumir, ni antes, ni ahora, los incrementos a las percepciones laborales, si no somos capaces de abatir los hasta hoy incontenibles incrementos de los precios con competitividad y con inversiones -públicas y privadas- generadoras de recursos y empleos y capaces de abatir los costos en beneficio del consumidor.

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Los trabajadores seguramente estarían más complacidos con un decremento real de precios que con un incremento salarial que se ve inmediatamente rebasado por situaciones reales o especulativas, que también las hay (¿cómo le fue de BUEN FIN y de BLACK FRIDAY?).

Si, en lugar de aplicar la fórmula “neoliberal” que se usa en México para medir la inflación en base a ponderaciones subjetivas que dan más importancia a ciertos productos, bienes y servicios que a otros, se utilizara una fórmula universal que comprendiera la totalidad de los aumentos de precio de mercancías y servicios, nos bastarían 102.33 pesos para equiparar el poder adquisitivo del año 2,000, ya que las cifras oficiales nos muestran una “supuesta” inflación de 270% en el período.

Salarios… Nada que celebrar
Salarios… Nada que celebrar

La realidad es que el aumento de precios ha sido muy superior al reportado y no se ha generado un esquema que mida la inflación real y, peor aún, un verdadero programa de competitividad (productividad más empleo) que genere demanda a través del aumento de la producción o del aprovechamiento de ventajas competitivas en el comercio exterior.

En el esquema que analizamos, el Producto Interno Per Cápita del año 2,000, que ascendió a 7,233 dólares por mexicano tenía tres veces más poder adquisitivo que los 11 mil dólares actuales. Porque los precios superan a los ingresos en forma exponencial.

¿Y LA CORRUPCIÓN?

La Organización para la Transparencia Internacional nos ubicó, en el año 2,000 en el lugar 59 del Ranking de Corrupción, donde el número 1 es el menos corrupto.

Hoy, “gracias a la escoba que barre de arriba hacia abajo”, hemos caído al lugar 129 de entre 180 países analizados, ejemplos de su ejercicio sobran, acciones para combatirla faltan.

Tocamos el punto, porque está íntimamente ligado a la falta de productividad y, sobre todo al endeudamiento que, por mala aplicación o simple sustracción de recursos, pagamos todos. Como decía una añeja canción: “Uno viste al mono para que otro lo baile”.

DE FONDO:

Las remesas provenientes principalmente de Estados Unidos, una de las principales fuentes de divisas del país, alcanzaron un nuevo récord histórico en el mes de octubre con incrementos en el número de envíos y en el monto promedio de las operaciones, informó el pasado viernes el Banco de México (Banxico).

Se recibieron 5,812 millones de dólares, 8.4% más que en octubre de 2022, de acuerdo al reporte mensual del banco central.

El número de operaciones aumentó en el periodo 5.2% interanual, a 14.6 millones, mientras que el monto promedio por orden creció 3.1% a 397 dólares por envío.

Con ello, en los 10 primeros meses del año se han recibido 52,888 millones de dólares, el equivalente al 4% del PIB, lo que indica que sin las remesas de los migrantes que no tienen oportunidades de empleo en México el crecimiento REAL del país, sería negativo.

Y peor aún, en agosto, Reuters publicó una investigación sobre cómo algunos grupos delincuenciales están usando cada vez más las remesas provenientes de Estados Unidos para lavar sus ganancias ilícitas.

DE FORMA:

En su Informe de Finanzas Públicas y Deuda Pública, la Secretaría de Hacienda informó, el viernes pasado, que el costo financiero de la deuda pública, o sea el pago de intereses del Gobierno federal, se ubicó en 799,780 millones de pesos entre enero y octubre con lo cual tuvo un incremento de 26% anual en términos reales.

No es extraño, pues la deuda, pese a lo que se diga se está incrementando en forma exponencial. Hoy pagamos, tan solo de intereses, una cifra mayor a la que era la deuda total en el año 2,000. ¿Vamos bien o simplemente no analizamos?

DEFORME:

Dos frases que, de tan gastadas, han perdido su valor:

  1. “Desde niño supe que mi vocación era el amor por mi país” (político que gracias a esa “vocación” tiene 6 autos, dos casas, un ranchito, dos cuentas bancarias en el extranjero y nunca ha ganado un sueldo superior a los 9 salarios mínimos).
  2. “Nunca traicionaré mis principios, seré leal hasta la muerte” (político que ha transitado por cuatro o cinco partidos con principios antípodas y cubriendo toda la geografía política, ¿conoce usted alguno?).

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