“ADIÓS BILLETES, ADIÓS”: Hace no mucho tiempo, en los albores del siglo XXI, era común encontrar almacenes, restaurantes, agencias de viajes y sitios de adquisición de bienes o servicios con un bien impreso letrerito que decía “Aceptamos Tarjetas de Crédito y/o Débito”. Hoy, tan solo 20 años después y en un fenómeno acelerado por la pandemia de Covid-19, el letrero ha cambiado y ahora, en muchos lugares, podemos leer “Aceptamos Efectivo”. Obviamente, excluímos al comercio informal que, aunque se digitaliza a pazos acelerados, sigue manejando 80% de sus transacciones a golpe de billete.
El uso de efectivo ha disminuido en muchas partes del mundo debido a la creciente popularidad de la bancarización y el comercio electrónico.
La reducción del uso de efectivo en muchas sociedades no es solo el resultado de la preferencia del consumidor, sino también de varias políticas y medidas que algunos gobiernos, instituciones financieras y empresas han implementado.
Leer también: La declaración de Berlin 2024: Ni neoliberal ni populista
Estas iniciativas, aunque a menudo presentadas como mejoras en eficiencia y seguridad, pueden percibirse como una forma de coerción para reducir el uso de efectivo.
La mayoría de los servicios públicos, con el consabido “se cayó el sistema, vuelva mañana” y muchos de los privados, especialmente los inherentes a la banca, se han digitalizado. Factores como el lavado de dinero (cómo si no existiera el “lavado digital”, chequen las remesas) o la evasión fiscal han frenado total o parcialmente el uso de efectivo y privilegiado, aun en sitios donde no existe el internet, el pago de impuestos, multas y servicios por medios electrónicos.
Ahora es lugar común que empresas, bancos, gobiernos y hasta casas de apuestas (¿a usted ya lo desplumaron?) premien el uso de métodos de pago digitales y, en contrapartida, sancionen el uso de efectivo. Los sectores público, privado y social (becas, programas sociales e incentivos varios) ofrecen descuentos y promociones para pagos realizados con tarjetas de crédito, débito, o aplicaciones de pago móvil.
Te recomendamos: La lógica que falta… Y la incertidumbre que viene
La pregunta toral es si estos actos, antes voluntarios y hoy cuasi obligatorios, benefician a la economía en su conjunto o afectan la libertad del consumidor, cada vez más acorralado por la “Nueva Economía” (sí, la digital). Mientras que muchos de los cambios hacia una reducción del uso de efectivo pueden verse como mejoras naturales en la eficiencia y la seguridad de las transacciones, también hay elementos de coerción a través de políticas, tarifas y estructuras de incentivos. Es importante que estos cambios se implementen de manera que no excluyan a los sectores más vulnerables de la sociedad y respeten los derechos de privacidad y de elección de los individuos.
“TARJETAS Y APPS FORZOSAS PARA TODOS”:
La obligatoriedad del uso de pagos digitales o con tarjeta en ciertos servicios se justifica por la combinación de eficiencia operativa, seguridad, transparencia y control financiero. Pero, existen riesgos e injusticias. El principal riesgo sería un “hackeo” masivo a las nubes o a los sistemas digitales y, no se asusten, pero ya ocurrieron varios. Por otro lado la injusticia de obligar a ciertos grupos en cuyas comunidades no existe el internet, o a individuos que sencillamente (se llama libre albedrío) no quieren usar medios digitales, que son impactados por tener dificultades para acceder a estos medios de pago, sin que se garantice la implementación de soluciones inclusivas para todos los sectores de la sociedad.
Grupos artesanales de Oaxaca pagan 200 pesos para que “alguien” haga sus declaraciones en ceros porque, por su actividad estacional no les genera ingresos gravables durante algunos meses del año. Un problema de fácil solución (una sola declaración anual) no es resuelto porque los grupos vulnerables no son de interés más que como elementos “folclórico-decorativos”.
Puede interesarte: ¿En realidad es el modelo que queremos?
El avance de la bancarización en el mundo en los últimos 10 años ha sido significativo, impulsado por el crecimiento de la tecnología financiera (fintech), el aumento del acceso a Internet y los esfuerzos gubernamentales para forzar la inclusión financiera. En 2011, solo el 51% de los adultos en el mundo tenían una cuenta en una institución financiera, Para 2023, esta cifra había aumentado al 72% según el Global Findex Database del Banco Mundial.
La proliferación de teléfonos móviles y el acceso a Internet han permitido que más personas usen servicios financieros digitales y sean, en consecuencia, víctimas crecientes de fraudes y “hackeos”, generalmente sin solución, pese a que su uso sea obligatorio y no voluntario (¿ha tratado usted de recuperar cargos o pagos a un número o cuenta generados por la ciberdelincuencia?).
Te recomendamos: Partidocracia… No es democracia
La bancarización ha avanzado considerablemente en la última década, con un aumento notable en el número de personas que tienen acceso a cuentas bancarias y servicios financieros digitales. El uso del dinero en efectivo ha ido disminuyendo Sin embargo, aún quedan desafíos significativos por superar para lograr una inclusión financiera completa, justa y equitativa en todo el mundo.
Autores como Bruce Schneier, en su divertida pero apocalíptica obra “HAGA CLIC AQUÍ PARA MATAR A TODOS: SEGURIDAD Y SUPERVIVENCIA EN UN MUNDO HIPERCONECTADO” señala cómo la interconexión de dispositivos y sistemas aumenta la vulnerabilidad a ataques cibernéticos, incluyendo los sistemas financieros. Su análisis cubre las amenazas y propone soluciones para mejorar la seguridad y los riesgos en un mundo cada vez más conectado. La próxima Gran Crísis la generará la piratería cibernética. Al tiempo.
Leer: Parkinson y el presupuesto base cero… Sueño Imposible
También hay que recordar -lógica, más que economía-, que la inflación se genera por un desbalance entre la oferta y la demanda de bienes y servicios, o por una expansión excesiva de la oferta monetaria, que es lo que hace el dinero digital a través del crédito y las criptomonedas, a través de la especulación.
¿SE ELIMINARÁ EL USO DE EFECTIVO?:
Aunque los monetaristas recalcitrantes rechazan esta posibilidad, los números reales nos llevan a otras conclusiones. En la última década, el uso de efectivo ha disminuido considerablemente a nivel mundial. Según el informe de McKinsey de 2023, el uso de efectivo a nivel global ha caído aproximadamente 20 puntos porcentuales en los últimos cinco años. Esta disminución se aceleró durante la pandemia de COVID-19, debido a un aumento en la adopción de pagos digitales y el desarrollo de infraestructuras de pagos instantáneos, especialmente en países como India y Brasil.
A nivel global, el valor de las transacciones en efectivo en puntos de venta se redujo a solo el 15% en 2023, y se proyecta que caerá al 10% para 2025. Estas cifras reflejan una tendencia clara hacia la digitalización de los pagos, impulsada por la conveniencia, la seguridad, la eficiencia y la obligatoriedad de las tecnologías financieras emergentes.
En la base de la economía liberal, los individuos y empresas prefieren mantener activos líquidos para hacer frente a la incertidumbre y la necesidad de transacciones futuras. Este concepto es fundamental en su análisis de la demanda de dinero y el funcionamiento de los mercados financieros.
La preferencia por la liquidez sigue siendo relevante, pero su naturaleza se ha adaptado al mundo cibernético, abarcando tanto el efectivo físico como las formas digitales de dinero que ofrecen rapidez y relativa seguridad en las transacciones. El comercio informal representa un desafío significativo para la digitalización monetaria, pero las tecnologías inclusivas están disminuyendo la dependencia del efectivo y fomentando la adopción de pagos digitales.
DE FONDO:
Todo indica que, a más corto que mediano plazo, en breve podríamos escribir, con una cartera sin efectivo, pero con 10 tarjetas digitales, algo como esto: “Aquí yace el Dinero en Efectivo (1880 – 2025). Testigo de siglos de comercio, guardián de la confidencialidad y la tangibilidad.
En un mundo transformado por bytes y algoritmos, cedió ante la velocidad, la seguridad y la conveniencia digital. Recordaremos tus tintes coloridos y metálicos, tu aroma a historia y a manos trabajadoras. Hoy, los pulsos de datos te reemplazan, conectando al mundo en un tejido invisible de transacciones. Descansa en paz, símbolo de tiempos pasados. Tu legado persiste en cada clic y transferencia digital”.
DE FORMA:
En 2016, Hackers cibernéticos lograron robar $81 millones de USD del Banco Central de Bangladesh a través del sistema SWIFT. Este incidente subrayó la vulnerabilidad de los sistemas interbancarios globales.
En 2017: Ataque de Ransomware WannaCry: Afectó a instituciones en más de 150 países, incluyendo hospitales, empresas y bancos, mostrando cómo un ataque cibernético puede tener repercusiones globales.
DEFORME:
Cada vez será más difícil vivir con doscientos pesos en la cartera y sin usar tarjeta de crédito, hasta para un presidente de hipotética república. Nos vamos al mercado, hoy con tarjeta de crédito, la de débito anda en ceros.