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Partidocracia… No es democracia

Partidocracia... No es democracia

Partidocracia... No es democracia

ENTENDAMOS LA DEMOCRACIA: Ayer, cerca del 70% de la población adulta de México ejerció el derecho constitucional a votar y ser votado.

Los miles de candidatos a “puestos populares” pregonaron, a su modo que esa acción contribuye a “fortalecer la democracia” (¿quién la debilitó?), a “avanzar en el camino de la democracia” o a “consolidar la democracia”, bastante resquebrajada, por cierto.

A diferencia de Dinamarca (nuestra trillada comparación), Noruega, Islandia, Finlandia y algún otro país nórdico, no nos hemos dado cuenta que la retórica figura de la “democracia”, está muy lejos de avanzar, crecer o consolidarse, mientras la PARTIDOCRACIA domine la escena política.

Por si no lo sabían, o, si lo sabían, volteaban la vista por interés, desidia o negligencia (“a mí no me hablen de estos temas”), desde la fundación del entonces “Partido Nacional Revolucionario” (actual PRI) y hasta la fecha, con la palabra “democracia” como insignia, vivimos una desastrosa Partidocracia, en que, en el mejor de los casos, el pueblo elige (o cree que elige) al menos malo de los miembros o adeptos a un partido. Eso, sin duda, no es democracia y ayer quedó comprobado.

La partidocracia, o el gobierno dominado por partidos políticos, es una forma imperfecta o distorsionada de la democracia.

Totalitarismo o Democracia… ¿De tin marín?

Se considera, universalmente, como una distorsión de la democracia porque concentra el poder en manos de unos pocos partidos, y, dentro de los partidos, en un pequeño grupo, a veces en una persona nada más (¿les suena conocido?), esto limita la representación y la participación ciudadana, y priorizar los intereses partidistas sobre el bien común.

¿Usted cree que ganó el mejor de entre 130 millones de mexicanos? (ese, sin duda, no tuvo partido que lo apoyara). Una verdadera democracia, en contraste, busca reflejar de manera más fiel y equitativa las voces y necesidades de todos los ciudadanos.

Lo grave es que una partidocracia, tiende a concentrar el poder en manos de unos pocos partidos políticos grandes, lo que limita la diversidad de voces y opiniones en el gobierno. Esto puede llevar a decisiones que beneficien a los intereses del partido o, peor aún, del grupo que lo domina, en lugar del bienestar general de la ciudadanía.

Siempre, sin excepción, la partidocracia puede conllevar una representación insuficiente de ciertos grupos de la sociedad, especialmente si estos grupos no están alineados con los principales partidos políticos.

Esto deriva en una falta de inclusión y equidad en la toma de decisiones políticas (¿le preguntaron a usted si quería acabar con la mitad de la selva Maya para construir un tren que va a tener un costo igual al de la deuda de Pemex y que nunca de los nuncas será rentable?).

¿PARTIDOS O SECTAS?:

Esto significa que los grupos que dominan a los partidos políticos, priorizan sus propios intereses y agendas sobre las necesidades y deseos de los ciudadanos.

Esto lleva a políticas públicas que no reflejan las verdaderas prioridades de la población, debilitando la confianza en el sistema político.

La partidocracia ha fomentado la corrupción y el nepotismo (¿ya revisó los últimos 12 años de gobierno con nombres y apellidos? ¿hizo caso omiso de tan ilustres nombres repetidos?), los partidos en el poder suelen utilizar sus posiciones para favorecer a sus miembros, familiares y aliados, en lugar de actuar en pro del interés público. Esto puede socavar la eficacia del gobierno y la confianza ciudadana en las instituciones.

La dominación de partidos políticos, y sus grupos sectarios, aumenta la polarización política y divide a la sociedad en facciones opuestas (¿es usted chairo o fifí, según la secta que los bautizó y enfrentó?) que dificultan la cooperación y el consenso.

La polarización puede paralizar o desestabilizar los procesos legislativo y judicial y obstaculizar la implementación de políticas efectivas.

¿Cree usted en la democracia?, lamentamos informarle que la partidocracia restringe al mínimo el debate democrático al centrarse en las agendas de los partidos principales o de sus grupos dominantes (¿el Verde Ecologista ha protegido la selva maya o promovido la descontaminación del Valle de México o solo ha chapulineado sin definición conceptual?). Esto reduce la calidad del debate público y deriva en decisiones menos informadas y deliberadas.

NO ES EL SISTEMA, ES LA CORRUPCIÓN:

Y lo más grave, lo que se reflejó ayer, en una partidocracia como la nuestra, los grupos, movimientos o partidos políticos, absurda y groseramente financiados con nuestros recursos fiscales, pueden manipular el sistema electoral a su favor, a través de leyes y prácticas que dificulten la competencia justa, como la manipulación de distritos electorales (“gerrymandering”) o imponiendo barreras para la entrada de nuevos partidos y candidatos independientes.

Esta desconexión y debilitamiento de las instituciones que se conceptualizan como democráticas, subordinan su funcionamiento a los intereses partidistas.

Instituciones como el poder judicial, los medios de comunicación y los órganos de control han sido cooptados, con honrosas y agredidas excepciones, o influenciadas por los partidos, reduciendo su independencia y efectividad.

La verdadera democracia se da en un entorno de estabilidad, transparencia y participación, que debiera de ser un motor significativo para el desarrollo y crecimiento económico sostenible (¿usted lo vislumbra hoy?). ¿Aprendimos lecciones de la experiencia de Argentina, Bolivia, Venezuela, Cuba o Nicaragua o nos mecemos en la hamaca de la mediocridad que presagia la tiranía?

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Giovanni Sartori, por cierto muy reconocido por las izquierdas democráticas (también las hay), ha hablado sobre las limitaciones de la partidocracia y sus diferencias con la verdadera democracia. Reconocido politólogo italiano, escribió extensamente sobre los sistemas de partidos y la teoría democrática.

En su libro “Parties and Party Systems: A Framework for Analysis” (1976), Sartori analiza cómo los partidos políticos influyen y distorsionan la democracia.

La partidocracia perversa y convenenciera (¿ha votado usted tres o cuatro veces por un mismo candidato, pero representando a tres o cuatro partidos distintos?) cuando se presenta de manera sostenida y sistemática, es una clara señal de que, simplemente, no hay democracia y dominan formas más autoritarias u oligárquicas de gobierno. La palabra, de tan usada, ya perdió su valor y contenido. Usted eligió ayer…

DE FONDO:

En contraparte con la partidocracia, la “democracia plena” es un término que se utiliza para describir a los países que cumplen con los más altos estándares de prácticas democráticas, incluyendo elecciones libres y justas, protección de los derechos civiles, participación política, funcionamiento del gobierno y cultura política democrática.

Según el Índice de Democracia elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist (The Economist Intelligence Unit, EIU), algunos países se clasifican consistentemente como democracias plenas: entre Noruega, Islandia, Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda, Dinamarca e Irlanda, nunca se encuentran México, Cuba, Venezuela o Argentina. En Latinoamérica destacan Uruguay y Costa Rica, ningún otro.

DE FORMA:

Estos países no son perfectos y enfrentan desafíos, pero generalmente cumplen con los criterios de una democracia plena según los estándares internacionales. Estos incluyen elecciones libres y justas, respeto por las libertades civiles y políticas, instituciones transparentes y eficaces, y una cultura política que valora la participación ciudadana y la rendición de cuentas. ¿Percibe esos aires para México? Serían aires de libertad.

DEFORME:

Aunque nos han vendido la idea de que el (neo)liberalismo es el culpable de todas nuestras desgracias “de antes” y el “populismo” o “socialismo” de las de ahora, lo cierto es que la CORRUPCIÓN no es inherente a la filosofía política, al ser humano sí. Por eso el chapulineo y la falta de decoro de utilizar el “amor por México” (o cinco equivalencias) cuando ese amor se transforma en negocios, propiedades o cuentas bancarias, todo a costa del pasivo contribuyente que pone espalda vieja y chistes nuevos a cada cambio de gobierno. Consummatum est.

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