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¡No quiten los alfileres!

¡No quiten los alfileres!
¡No quiten los alfileres!

PRODUCTIVIDAD: Al mundo globalizado se le olvida, en su parte deshumanizada, que no es lo mismo productividad que competitividad. Y se le olvida al mundo y se le olvida al país y nos damos cuenta, dramáticamente, todos los días cuando vemos que el desempleo mundial, nacional y local se incrementa a la par que decae la producción. Las crisis se presentan más frecuentemente y fenómenos como la pandemia, las guerras y las cada vez peores práxis políticas, las agravan.

La productividad puede definirse como la relación entre la cantidad de bienes y servicios producidos y la cantidad de recursos utilizados. Productividad es, entonces, sinónimo de rendimiento.

Por otra parte, un país o una empresa son competitivos si son capaces de mantener o de aumentar su participación en los mercados nacionales o internacionales, manteniendo o mejorando los ingresos de los ciudadanos o de los trabajadores y manteniendo o mejorando los niveles de empleo.

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Esa es la gran diferencia, el mundo ha crecido, según el Banco Mundial, alrededor de 3.8% el último año y se espera un crecimiento similar para 2024. Mientras tanto, la Organización Mundial del Trabajo señala que, pese al crecimiento, el desempleo no cesa de aumentar, alcanzando a 191.8 millones de personas en todo el mundo.

México contribuye con cerca de dos millones de desempleados, pero si somos un poco acuciosos y sumamos a la Población Económicamente Activa que, a partir de la pandemia, ha dejado de buscar empleo, más el número de personas subocupadas, más la población que se mueve en la informalidad, tenemos un verdadero problema laboral en más de 20 millones de compatriotas.

Por eso funcionan los “programas sociales” compravotos. El punto crítico es que la producción está disminuyendo. Sí, somos menos productivos y las ramas que bajan los costos y aumentan la producción son trasnacionales… amarga receta.

Más de la mitad de estos desempleados son los jóvenes que se incorporan a la Población Económicamente Activa y que no encuentran trabajo, ya no digamos digno, simplemente un trabajo.

DESEMPLEO:

Y el drama se hace más crudo: la OIT señala que en el mundo hay 3,500 millones de trabajadores (incluye aviadores, legisladores y hasta los que cobran por usar su título nobiliario). De ellos, la mitad no gana más de dos dólares diarios (línea de la pobreza). Más aún: 700 millones no ganan más de un dólar al día (pobreza extrema) y, de ellos, tan solo 11.5 millones rebasaron esta línea el año pasado.

Mientras el crecimiento mundial es de 3 a 4%, la tasa mundial de desempleo es de 6.3% y no ha disminuido en los últimos dos años. El planeta está generando solamente 10 millones de empleos por cada punto de crecimiento económico y requiere crecer al doble para generar los empleos que no incrementen la pobreza, o encontrar la varita mágica que le permita generar el doble de empleos y mejorar los ya existentes con el mismo crecimiento. Necesita, entonces, ser más competitivo.

Pero la cosa no parece mejorar, desde las megafusiones que generan desempleo hasta las crisis de las empresas globales que hacen lo propio, el nivel de competitividad decrece día a día en las diferentes áreas del mundo, especialmente, adivinó, en Latino América y el Caribe donde, tan solo en un año, se incremento en 3.3 millones el número de parados (sin contar a los emigrantes que arriesgan alma, vida y corazón en busca del sueño americano).

Por lo menos desde hace dos décadas, escuchamos que México requiere crear un millón de empleos al año para absorber a la población que se incorpora a la actividad laboral y, secularmente, nos enteramos que no se genera ni la mitad de esa cifra.

Esta situación la agravan las mentirosas estadísticas y los “criterios” de jardín de niños que consideran empleado al desempleado que lavó un auto, cargó una canasta o vendió un chicle durante la semana de la “encuesta” (suponemos que las hay), tan manipuladas como las electorales.

COMPETITIVIDAD:

Entre otros organismos, el Foro Económico Mundial (ese organismo patrocinado por más de 10,000 empresas, con sede en Davos, Suiza y odiado por los globalifóbicos y uno que otro anarquista) ha señalado reiteradamente que México ha dejado de ser potencia competitiva en América Latina.

La decimotercera economía del mundo ocupa el lugar número 37 –entre 42 países- en materia de competitividad (eramos el 27 en el año 2000) y países como Chile, Ghana y Puerto Rico nos superan, mientras nos aproximamos a países como el El Salvador, Jamaica y Guatemala. Tobogán sostenido por alfileres.

México, permeado por el contrabando, el crimen organizado y la corrupción, le ha apostado al crecimiento en base a los servicios y a los empleos informales (esos que organizan marchas para no pagar impuestos) y se aferra a las buenas cifras macroeconómicas, pero estamos literalmente en la calle en materia de innovación, instituciones, clima de negocios, infraestructura y capacitación, ni más ni menos.

Insistimos en que este modelo sufrirá el reclamo de los mercados más temprano que tarde. El Foro Económico Mundial recuerda que, después de las elecciones presidenciales no basta con prometer, hay que comprender la infraestructura y la realidad con que se cuenta, la economía puede ser ignorada, pero no tolera sorpresas, más bien las presenta y, a veces, como en 2008 y 2018, no suelen ser agradables, para repartir hay que generar.

¿Podríamos estar mejor?

Desde luego, pero la politiquería, la incapacidad de los gobernantes y la falta de cultura económica (y de la básica, por supuesto), nos impide utilizar nuestras ventajas competitivas. La ambición y la ignorancia nos pueden llevar a un nivel incluso peor que el de Venezuela, Cuba o Nicaragua. No es cuestión ideológica, es cuestión de análisis, inteligencia y racionalidad.

México tiene una economía con características mixtas.Presenta inigualables ventajas competitivas: Ubicación estratégica, acceso al mercado estadounidense a través del TLCAN (actualmente T-MEC), y una mano de obra relativamente barata. Tenemos sectores competitivos como el Automotriz, la electrónica, y el turismo. Ojo, todos dependientes de la tan atacada economía norteamericana. Son también alfileres que no deberíamos quitar.

Las áreas de oportunidad, las que merman la productividad y nos sacan de un mundo cada vez más competido y competitivo, requieren atención, no solo verbo, si queremos (¿realmente queremos?) mejorar calidad y nivel de vida. Los principales desafíos en términos de productividad, también alfileres tambaleantes, incluyen una baja inversión en educación y capacitación: La fuerza laboral mexicana carece de habilidades especializadas en ciertas áreas.

A pesar de las diatribas mañaneras, campean por todas las áreas económicas la corrupción y la inseguridad. Cada día es más difícil la creación de empresas y la realización de negocios. La infraestructura es un alfiler más, los megaproyectos no funcionan y los centros de producción ya existente son obsoletos o deficientes (¿han visitado la Refinería de Tula o el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México?), los puertos y los caminos,son también alfileres que habría que asegurar, pero…

A pesar de la amarga experiencia de “administrar la riqueza” de López Portillo o la lección de la experiencia de Venezuela, seguimos dependiendo del petróleo. La diversificación económica ha sido mínima, todavía depende en gran medida de la exportación de petróleo.

Estos alfileres caen más de prisa cuando hay una crisis mundial o cuando no se les presta la debida atención, al parecer, nos aproximamos a ambos escenarios y, al parecer, no nos damos o no queremos darnos cuenta

DE FONDO:

La productividad permite crear más producto con menos gasto. La competitividad permite que esto no genere desempleo.

DE FORMA:

Quizá lo más importante sea el reconocimiento de que, en el país, como en la región, “hay un riesgo de que el extremo desequilibrio social inducido e incrementado de forma perversa, se transforme en una bomba de tiempo de agitación social con un incalculable potencial de destrucción”, el que tenga oídos –y cerebro- que lo entienda.

DEFORME:

Que la gente común, el “pueblo bueno” y los especialistas en economía y política no entiendan la importancia de un algoritmo (fórmula para los neófitos) que permite alterar los resultados electorales de cualquier país, sin importar lo que las actas comprobatorias digan. Esto ocurre aquí y allá, cuando se tiene coptado al órgano electoral.

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Adalberto Füguemann

Adalberto Füguemann

Economista, conferencista y consultor Asociado y Generador de Alianzas Estratégicas para las firmas Taller Especializado de Arquitectura Mexicana, APLA Consultores, STA Consultores y Esfera