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Falacias… Un mundo trágico

Foto: Gaceta UNAM

En esta época virtual, predominan creencias o supersticiones que, estadísticamente, se denominan falacias. Una falacia es una distorsión en el razonamiento o en el argumento que conduce perversamente a una conclusión incorrecta o engañosa.

Desafortunadamente y de manera inofensiva (ciertas supersticiones) o realmente trágica (el caso de los llamados antivacunas) proliferan y afectan la vida de un individuo, de una nación o de una región.

Hay creencias populares, realmente falacias, que pueden ser hasta divertidas. Por ejemplo, “si te portas mal, te lleva el coco”, o la del jugador de futbol que piensa que entrando a la cancha con el pie izquierdo tendrá un rendimiento superior, o la de los jugadores de apuestas que piensan que si ya perdieron 10 juegos seguidos van a ganar el número once.

Por aleatoriedad, si perdemos 10 “volados” seguidos, no existe la certeza de que ganaremos el número 11, seguramente perderemos los cinco pesos del “águila o sol”, lo que se vuelve trágico cuando perdemos casa y patrimonio.

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Desgraciadamente, la falta de cultura, de la básica y de la especializada, y la perversa limitación a su acceso (mientras más tontos, más votos), ha permitido la proliferación de falacias políticas, económicas y sociales que condicionan verdaderos esquemas de engaño o de verdad tirana contra los que las mayorías silenciosas no reaccionan -65 años de falacias en Cuba-, o hacen 25 años tarde, como hoy Venezuela.

Analicemos algunas de estas falacias comprobadas y comparemos con nuestra realidad. Thomas Sowell en su genial libro “La Visión de los Elegidos”o Bryan Caplan en “El Mito del Votante Racional”, las definen a la perfección, método científico de por medio. Desgraciadamente son más los que las utilizan en sentido negativo que los que comprenden que son solo eso, falacias.

¿Cuáles son las que nos venden una mañana sí y otra también y, tontamente las ignoramos o las creemos? Chequen éstas:

FALACIAS UNIVERSALES:

La Falacia del Suma Cero:

Sin fundamento, se difunde la idea de que la economía es un juego de suma cero, donde la riqueza de una persona se obtiene a expensas de otra, por lo tanto, si le quitamos a una, automáticamente mejoramos a la otra y nadie pierde.

Esta creencia lleva a los votantes a ver el éxito de otros, especialmente de los ricos y las grandes empresas, como algo negativo, y a apoyar políticas redistributivas que pueden desalentar la inversión, la producción y la innovación (¿alguien sabe dónde quedó la fabulosa inversión de Tesla?).

La falacia ad hominem:

Consiste en atacar a la persona que presenta un argumento en lugar de abordar la validez del argumento en sí. Este tipo de falacia intenta, de manera abusiva, desacreditar la posición de una persona atacando su carácter, motivos o alguna otra característica personal, en lugar de refutar el contenido de su argumento.

Se insulta o desprecia a la persona que presenta el argumento. Sin rebatir argumentos de corrupción, se desprecia al informante porque “gana mucho dinero”, nunca porque haya dicho una mentira. Es, sin duda, la más perversa de las falacias. La que ejerce Nicolás Maduro contra la OEA.

La falacia ad hominem:

Popularizada por Frédéric Bastiat, se afirma que la destrucción de propiedad puede ser beneficiosa para la economía porque genera actividad económica (como reparaciones).

Sin embargo, esto ignora el costo de oportunidad: los recursos gastados en “reparaciones” podrían haberse utilizado en otras inversiones productivas si la destrucción no hubiera ocurrido. “No importa que se quemen áreas boscosas, vamos a sembrar más árboles” (SIC).

La Falacia del Dinero como Riqueza:

Si no alcanza el dinero, se imprime. La impresión excesiva de dinero conduce a la inflación, disminuyendo el poder adquisitivo. Trágicamente lo comprobaron Argentina, Venezuela, Grecia, Gabon y muchos países como Alemania en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

La Falacia de los Salarios Justos:

La idea subjetiva de que los salarios deben ser “justos” puede llevar a la implementación populista de salarios mínimos. Aunque la intención sea proteger a los trabajadores, los salarios mínimos o de supervivencia, distorsionados, pueden resultar en desempleo o en inflación, si los empleadores no pueden pagar esos salarios, especialmente para trabajos de baja cualificación.

La Falacia de la Intervención Gubernamental:

El gobierno, se dice, debe intervenir en la economía para corregir todos los problemas. Una intervención excesiva distorsiona los mercados y reduce la eficiencia económica. La competencia y las señales de precios en mercados libres, sin corrupción, suelen ser mejores guías para la asignación de recursos.

En “El Economista de Sillón”, Steven E. Landsburg expone estas y otras falacias, invitando a los lectores a cuestionar ideas comúnmente aceptadas y a entender mejor los principios económicos que realmente guían las políticas y decisiones que afectan nuestra vida diaria.

FALACIAS LOCALES:

Pero, además de las universales, tenemos algunas muy locales, ¿se han dado cuenta o era más importante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos?

La Falacia de la Autosuficiencia Energética:

Desde hace seis años (y otros 12 de precampaña) se ha promovido la idea de que México debe ser autosuficiente en energía y ha priorizado la inversión en Pemex y en la construcción de una nueva refinería en Dos Bocas.

La realidad indiscutible nos muestra que esta política no toma en cuenta las tendencias globales hacia energías renovables y sostenibles. Además, las inversiones en Pemex y en la refinería han sido cuestionadas por su viabilidad económica y ambiental.

La Falacia del Empleo Público:

Quizá con buenas intenciones, quizá buscando votantes, se han propuesto y creado programas de empleo público, como “Jóvenes Construyendo el Futuro,” argumentando que el gobierno debe intervenir directamente para crear empleos.

Si bien estos programas proporcionan empleos temporales, no abordan las causas subyacentes del desempleo ni fomentan un crecimiento económico sostenible a largo plazo. También han surgido preocupaciones sobre la eficacia y la corrupción en la implementación de estos programas.

La Falacia del Crecimiento sin Inversión Privada:

Se ha adoptado, como en Venezuela, Cuba y en la debacle Argentina, una postura crítica hacia la inversión privada en ciertos sectores, especialmente en energía y recursos naturales, promoviendo una mayor intervención estatal a base de deuda pública.

Los analistas económicos serios señalan que el crecimiento económico sostenible requiere una colaboración eficaz entre el sector público y privado. Las políticas que desincentivan la inversión privada limitan el crecimiento y la innovación.

La Falacia de la Seguridad a Través de la Militarización:

En todos los casos, desde la Alemania nazi hasta la Nicaragua actual, la militarización de la seguridad pública, además de no disminuir los índices delictivos, deriva en abusos de derechos humanos y no aborda las causas profundas de la violencia y el crimen. Se ha sugerido que fortalecer las instituciones civiles y el sistema judicial sería una estrategia más efectiva a largo plazo.

Hay muchas falacias más, de éste y otros regímenes, por motivo de espacio, les recomendamos la lectura de los autores mencionados, es simple y, si no fuera por las derivaciones trágicas, sería hasta divertida. ¿En qué falacias está usted preso?

DE FONDO:

El aumento de precios, reflejado solo en parte por un manipulado “índice de precios” (cortesía del INEGI), sigue en aumento, el gasto en megaproyectos y en “programas sociales”, sin contrapeso productivo, lleva ya a un incremento oficial del 5.61% anualizado en la primera quincena de julio (¿ha visto usted a un “nini” producir algo o solo lo ha detectado por las faltas de ortografía en las redes sociales?). Los grupos de menor poder adquisitivo y la tan vituperada “clase media” empiezan a comerse las uñas.

El cacareadísimo salario mínimo, de cifra record en pesos, compra menos que el no tan alto del 2018. Falacia adicional, “te doy más, aunque compres menos”.

DE FORMA:

Según el Edelman Trust Barometer, solo el 42% de las personas en todo el mundo confía en que el gobierno dice la verdad, en Estados Unidos únicamente el 15%, lo que implica una desconfianza generalizada en la información proporcionada por los políticos en el poder. Si sabemos que son falaces, ¿por qué tienen aceptación popular?, ¿somos masoquistas empedernidos?

DEFORME:

Que Venezuela se haya tardado 25 años en reaccionar a un gobierno Falaz, ayer triunfó la democracia, pero esperen la reacción dictatorial.

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Adalberto Füguemann

Adalberto Füguemann

Economista, conferencista y consultor Asociado y Generador de Alianzas Estratégicas para las firmas Taller Especializado de Arquitectura Mexicana, APLA Consultores, STA Consultores y Esfera