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Economía de la mentira

Fraude inmobiliario, un caso de la economía de la mentira en México
Fraude inmobiliario, un caso de la economía de la mentira en México

DOS CASOS DOS: Además de la ineficiencia, la falta de preparación, la corrupción y la mentira, la economía, a nivel mundial, enfrenta a otro apocalíptico jinete que la lastima desde el nivel familiar más estrecho, hasta el nivel macro más importante. El fraude con identidad falsa es un delito frecuente, el cambio de nombre, personal o de una empresa ha fustigado a la economía con más frecuencia de la que usted, amable lector, podría imaginar.

Mario Dena Alvídrez, un empresario mexicano con antecedentes en el sector inmobiliario, utilizó el alias de Guillermo Cervantes para ejecutar un esquema de fraude multimillonario que involucraba a inversionistas, empresas y bancos.

Bajo el nombre de Guillermo Cervantes, Dena se presentó como un empresario exitoso y estableció una red de confianza en el sector financiero y empresarial de Chihuahua y otros estados del norte de México. Bajo el nombre falso, durante muchos años realizó transacciones fraudulentas, estableció empresas pantalla, captó inversionistas y generó un entorno social fantasioso y grandilocuente.

Así, prometía altos rendimientos en proyectos inmobiliarios que nunca se concretaron; accedió a créditos millonarios de instituciones financieras utilizando documentos y avales falsificados. Y se hizo de más de 200 millones de pesos, afectando tanto a individuos como a instituciones.

Tras múltiples denuncias en 2017, Dena huyó del país y permaneció prófugo durante varios años. Fue capturado en los Estados Unidos y extraditado a México en 2019, para enfrentar cargos de fraude, falsificación de documentos y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

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El caso de Mario Dena Alvídrez destaca cómo el uso de una identidad falsa puede facilitar fraudes a gran escala al explotar la confianza en redes empresariales y financieras. También pone de manifiesto la necesidad de mayor regulación y verificación en los sectores inmobiliarios y bancarios en México.

Y como los fraudes se dan a nivel mundial y sin distinción de género, tenemos un caso femenino de impacto mundial.

Anna Sorokin nació en 1991 en Rusia y emigró con su familia a Alemania en su juventud.

Adoptó fraudulentamente el nombre de Anna Delvey para presentarse como una supuesta heredera de una fortuna alemana, ganándose la confianza de élites sociales, empresarios y hoteles de lujo.

Anna Delvey, alias Anna Sorokin
Anna Delvey, alias Anna Sorokin

Usó el nombre Anna Delvey para construir una identidad completamente ficticia como una “socialité” y heredera alemana de nobles antecedentes. En su burbuja de fantasía, aseguró que tenía un fondo fiduciario de millones de dólares, que estaba en proceso de transferir a Estados Unidos, lo cual usaba como excusa para no pagar de inmediato.

Así, estafó a amigos, bancos, hoteles y restaurantes por más de $275,000 dólares al vivir una vida de lujo que, obviamente, no podía pagar. Adicionalmente, falsificó documentos financieros para intentar obtener un préstamo de $22 millones para financiar un club exclusivo de arte en Nueva York.

Para mantener “su nivel de vida” (estatus social) se alojó en hoteles de lujo, como el 11 Howard, acumulando miles de dólares en cargos sin pagar y utilizando su falsa historia, manipuló a conocidos para que pagaran por viajes, cenas y otros lujos, asegurándoles que los reembolsaría, lo cual nunca hizo.

“Anna Sorokin” era su nombre legal y estaba vinculado a su origen ruso y clase trabajadora, una constante en este tipo de defraudadores.. “Anna Delvey” era su identidad fabricada como una rica heredera alemana. Este nombre falso le abrió las puertas a círculos de poder, facilitando sus estafas al generar confianza entre víctimas que no cuestionaron su procedencia.

Al descubrirse el engaño, fue arrestada en 2017 y condenada en 2019 por múltiples cargos de robo y fraude. Recibió una sentencia de entre 4 y 12 años de prisión, aunque fue liberada en 2021 por buen comportamiento, y  detenida nuevamente por violar leyes de inmigración, actualmente enfrenta un proceso de deportación a Alemania.

Si nos preguntamos por qué el uso de un nombre falso puede afectar a la economía, encontramos múltiples respuestas: El uso de un alias sirve para oculltar actividades ilícitas o cuestionables: Usar un nombre falso permite desvincular el origen y las acciones pasadas de la identidad real.

Seguramente usted conoce a alguien con un alias utilizado como parte de una estrategia para construir una nueva identidad o narrativa pública y social (¿recuerda la película “Atrápame si puedes” con Leonardo di Caprio?).

En algunos casos, los alias se utilizan específicamente para cometer fraudes o evitar vergüenzas o responsabilidades legales. Económicamente equivale a las nefastas empresas factureras, alias corporativos, que navegan en el mar de la corrupción. También hay personas físicas con nombre falsos que se prestan al mismo juego que es, al final de cuentas tan solo una ruleta.

El uso de nombres falsos por figuras públicas, especialmente en política, no solo erosiona la confianza del público, sino que también pone en evidencia las fallas en los sistemas de verificación de antecedentes.

DE FONDO: Otro caso sonado lo encontramos, ni más ni menos con el congresista norteamericano conocido como George Santos, alias “Antony Devolder”, elegido para representar al tercer distrito congresional de Nueva York en 2022. Poco después de su victoria, salieron a la luz múltiples acusaciones de que había fabricado o exagerado aspectos significativos de su currículum, incluyendo falsas afirmaciones sobre trabajar en instituciones financieras importantes como Goldman Sachs y Citigroup.

El caso de George Santos que hoy enfrenta una pena de cadena perpetua, subraya cómo un engaño prolongado puede pasar desapercibido en sistemas que no verifican adecuadamente la información. También evidencia cómo la acumulación de pequeñas mentiras puede escalar hasta posiciones de poder, afectando la confianza pública en las instituciones políticas.

DE FORMA: El tema no es tan trivial como parece, Christian Karl Gerhartsreiter, alias “Clark Rockefeler”, cometió fraudes multimillonarios al amparo del apellido de la millonaria familia norteamericana. David Hampton se hizo pasar como hijo del famoso actor Sidney Poitier (“Fuga en Cadenas”) para defraudar a medio Hollywood. Frederick Bourdin, “El Camaleón”, tomó el nombre de un fallecido adolescente norteamericano, Nicholas Barcklay y logró un importante ascenso social.  Ferdinand Waldo Demara, “El Gran Impostor” usó numerosos nombres para hacerse pasar, por más de 40 años como psicólogo, médico, monje y oficial naval. Casos sobran y víctimas también.

DEFORME: El uso de un nombre falso para defraudar no solo representa una violación directa a la confianza de las personas, sino que tiene un impacto profundo en el tejido social y económico. Cuando alguien explota la credibilidad de la gente o las lagunas en la verificación de identidad, no solo roba dinero y causa daño emocional, sino también tiempo, seguridad y la fe en que las reglas están diseñadas para protegernos a todos (¿a todos?). Este daño intangible puede ser incluso más costoso, ya que fomenta el escepticismo generalizado y dificulta la colaboración y el progreso colectivo, el daño es irreversible…

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Adalberto Füguemann

Adalberto Füguemann

Economista, conferencista y consultor Asociado y Generador de Alianzas Estratégicas para las firmas Taller Especializado de Arquitectura Mexicana, APLA Consultores, STA Consultores y Esfera