HURACÁN TRUMP: El próximo 20 de enero del año de (des)gracia del 2025, al asumir por segunda ocasión (y última) la presidencia del llamado país más poderosio del mundo, Donald Trump se convertirá, al mismo tiempo, sí, en el presidente número 45 y 47 (es por períodos, no por personas) de nuestro socio comercial número uno -86%- y de nuestro principal proveedor de divisas vía remesas o vía exportaciones apoyadas por un muy endeble Tratado, mejor dicho Acuerdo, de Libre Comercio.
Casi octagenario, Donald Trump es una figura multifacética que genera opiniones polarizadas a nivel mundial. Posee un estilo de liderazgo contundente y disruptivo (palabra de moda) basado en un enfoque directo, sin filtros, para comunicar sus ideas, especialmente a través de redes sociales, sus propias redes sociales. Por alguna hitleriana razón, conecta profundamente con su base de seguidores mediante un lenguaje sencillo, promesas nacionalistas y mensajes populistas que, al final, provocan divisiones, críticas de sus opositores y el elogio ferviente de sus simpatizantes.
Eminente y convenencieramente nacionalista, ha colocado su lema de “América Primero” en el ánimo de los que buscan y no encuentran la protección de los intereses económicos y de seguridad de EE. UU. En materia de inmigración (¡aguas, México!), es famoso por su postura estricta, incluyendo la construcción de un muro fronterizo con México, restricciones migratorias y expulsión de migrantes ilegales, al parecer apoyado por los que ya no lo son, pero no quieren más competencia.
En el ámbito económico, Mr. Donald es un tozudo romotor de políticas proteccionistas, reducción de impuestos y renegociación de acuerdos internacionales para beneficiar a EE. UU. ¡Atención, riesgo inminente para el T-MEC! al perder México ventajas competitivas en aras de la robótica y la inteligencia artificial, además de que Trump es un inmediatista de primera, defensor de una diplomacia transaccional, que prioriza beneficios económicos y estratégicos de corto plazo a manera del paso de Atila.
Trump es, siempre lo ha sido, divisivo, autoritario y poco comprometido con valores democráticos tradicionales, ¿recuerdan la toma del Capitolio del 2020?, y ha transformado al Partido Republicano y al panorama político estadounidense, redefiniendo la política moderna hacia una mayor polarización, asunto típico del populismo: buenos y malos, ricos y pobres, blancos y negros…
A pesar de estar acusado y procesado por 34 delitos, algunos de ellos graves, el sistema “democrático” norteamericano le ha permitido llegar a la presidencia por segunda ocasión, en base a una dudosa y casi obsena popularidad basada en el uso frecuente de insultos y apodos para atacar a sus adversarios. Pionero en el uso de plataformas como Twitter (antes de ser suspendido) para comunicarse directamente con el público, eludiendo canales tradicionales, hoy utiliza sus propias redes, al parecer con éxito.
PELIGRO INMINENTE: Donald Trump es, pues, una figura que encarna el auge del populismo contemporáneo, polarizando a las audiencias con su estilo combativo y su enfoque pragmático en política. Su influencia en la política nacional e internacional continuará siendo un tema de debate y análisis en los próximos años. En este debate, nos interesa México. ¿Su presencia aportará al crecimiento del país como socio regional? (luna de miel), ¿o desbarrancará el T-MEC y nos llevará a una situación más crítica que la que ya vivimos en materia de seguridad, empleo y posicionamiento mundial (luna de hiel). ¿Tenemos la capacidad de ponernos con Sansón a las patadas?. Difícil de creer.
Aún sin asumir la presidencia, Trump ha anunciado la imposición de aranceles del 25% a todas las importaciones provenientes de México y Canadá, argumentando que estas medidas son necesarias para detener el tráfico de drogas y la inmigración ilegal. Este solo hecho, por si no lo habían notado, terminaría con el Tratado de libre comercio, que se puede resumir en dos líneas para cualquier fracción arancelaria: Tiempos y Montos para desgravar aranceles. Cualquier alza unilateral destruye el Acuerdo y pone en situación de crisis al producto en cuestión.
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Estas acciones podrían afectar la economía mexicana, especialmente en sectores como el automotriz y agrícola, y también impactar a empresas y consumidores estadounidenses. El secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard, estimó que estos aranceles podrían resultar en la pérdida de aproximadamente 400,000 empleos en Estados Unidos y una reducción en su crecimiento económico. Claro que Estados Unidos le diría a nuestro ilustre Secretario que se preocupe de los efectos en México y ellos resolverán lo que ocurra en el suyo. Mejor que nos señales que podría pasar en México con cerca de 20 mil millones de dólares menos, por mes, o el 12% de nuestro ya mermado PIB.
Otro foco rojo, y bien rojo, lo tendremos en materia de migración. Trump ha afirmado que México se ha comprometido a frenar la llegada de migrantes a territorio estadounidense “con efecto inmediato”. Sin embargo, la presidenta de México ha reiterado que su gobierno busca “tender puentes” en lugar de “cerrar fronteras”, enfatizando una postura de respeto a los derechos humanos y cooperación internacional. Por lo pronto, el señor Trump señaló que utilizará al ejército (allá también sirve para todo) para expulsar migrantes ilegales. El problema se agrava con el hecho de que barren “de arriba para abajo” con cualquier migrante ilegal, mexicano o no. Preparémonos para la Torre de Babel que, sin duda, preferirá nuestro patrio suelo al de su país de origen.
También, los futuros colaboradores de Mr. President, todos de mano y arma dura, han señalado su intención de combatir el tráfico de drogas y al crimen organizado, lo que podría traducirse en una mayor presión sobre México para intensificar sus esfuerzos en estas áreas. Dado que la colaboración en materia de seguridad no está de moda, lo que se advierte es un incremento en las tensiones -tipo caso Zambada- si las estrategias propuestas no son mutuamente acordadas.
Además del riesgo del T-MEC, la retórica y las políticas de Trump van, sin duda, a tensar las relaciones bilaterales. México deberá adoptar una política exterior ágil y estratégica, de calidad internacional, para manejar las negociaciones y evitar prolongadas disputas que generen incertidumbre.
La respuesta mexicana deberá ser realmente estratégica, y no solo demagógica, buscando el equilibrio entre la defensa de sus intereses nacionales y el mantenimiento de una relación constructiva con su vecino del norte.
La incertidumbre proviene del hecho de que Donald Trump no se adscribe formalmente a una escuela económica específica, pero su enfoque puede describirse como una mezcla de pragmatismo económico y populismo nacionalista, con influencias de varias corrientes económicas. Si tuviéramos que definir su enfoque, muy subjetivo y poco académico, diríamos que ejerce, ya ejerció, un Populismo Económico Nacionalista que prioriza los intereses económicos nacionales sobre los internacionales, bajo la consigna de “América Primero” y que ha implementado e implementará políticas públicas proteccionistas como aranceles a productos extranjeros (ejemplo: China, México) y renegociación de acuerdos comerciales (como el T-MEC, sucesor del NAFTA).
Y, mucho ojo, Trump ya declaró que utilizará políticas proteccionistas (“América para los americanos”) para maximizar el comercio favorable y la acumulación de riqueza nacional. Eso implica un severo y tecnológico impulso a la reindustrialización de los EE. UU., alentando la manufactura nacional y reduciendo la dependencia de importaciones, y adivinen quién es su exportador más cercano.
DE FONDO: Exactamente al contrario de lo que ocurre en México, Trump, como Milei en Argentina, vislumbra la administración de la economía como un negocio, enfocándose en reducir regulaciones para empresas, fomentar la inversión privada y priorizar intereses corporativos. Vendrán menos regulaciones ambientales y financieras para facilitar el crecimiento empresarial y erradicará o rechazará políticas que considera perjudiciales para la clase trabajadora estadounidense, como los tratados comerciales multilaterales y la deslocalización de empleos. Su nueva economía vislumbra solo acuerdos bilaterales, renegociando términos comerciales para obtener ventajas percibidas para EE. UU.
DE FORMA: La “escuela económica” de Donald Trump no es académicamente estructurada, pero su enfoque combina proteccionismo comercial, reducción de impuestos, liberalización corporativa y populismo económico, con un marcado énfasis en resultados inmediatos para la economía nacional, a menudo ignorando los efectos de largo plazo, como el aumento de la deuda pública y las tensiones comerciales globales.
DEFORME: Parece que lo peor que México puede hacer es decirle, al que no escucha, lo que debe de hacer. Si no hilamos fino, seguro… ¡Nos deshilachamos!
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