¿TU CABALLO VIVE, O…?: La “teoría de los caballos muertos” es una metáfora que ilustra cómo individuos, empresas o gobiernos a menudo persisten en estrategias fallidas en lugar de reconocer su ineficacia y cambiar de rumbo. Esta expresión, atribuida a los indios Dakota, sostiene que: “cuando descubres que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontarse”.
Este concepto se relaciona estrechamente con la falacia económica del costo hundido. Esta falacia ocurre cuando se continúa invirtiendo en una decisión o proyecto fallido debido a las inversiones previas realizadas (ya sean de tiempo, dinero o esfuerzo), en lugar de evaluar objetivamente los beneficios o los perjuicios futuros.
En el ámbito empresarial, una compañía puede seguir financiando un producto que no genera ganancias simplemente porque ya ha invertido mucho en su desarrollo, ignorando que redirigir esos recursos a nuevas oportunidades podría ser más beneficioso. La New Coke es un buen ejemplo de la teoría del caballo muerto, aunque la empresa Coca-Cola supo desmontarse a tiempo, recompró su caballo clásico, pero claro, perdió millones de dólares en alimento para un equino inanimado.
En 1985, The Coca-Cola Company decidió cambiar la fórmula de su icónica bebida para competir con Pepsi, cuyo sabor más dulce estaba ganando popularidad. Lanzaron la New Coke, convencidos de que el cambio sería un éxito. Sin embargo, la reacción del público fue desastrosa: los consumidores rechazaron la nueva fórmula y exigieron y lograron el regreso de la original.
Para todo ámbito, la metáfora deviene de la idea de que “cuando tu caballo está muerto, lo mejor es bajarte de él”. Sin embargo, en la práctica, muchas veces se intenta revivir el caballo con tácticas inútiles.
En el mundo corporativo, esta teoría se observa cuando una empresa sigue invirtiendo en un producto obsoleto o en una estrategia fallida solo porque ya ha gastado mucho dinero en ello. Un ejemplo clásico es la insistencia de Kodak en la fotografía analógica cuando la industria avanzaba hacia lo digital. En lugar de adaptarse rápidamente, trataron de sostener un mercado que ya estaba en declive, la empresa colapsó.
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En la macroeconomía, la teoría del caballo muerto se aplica cuando los gobiernos insisten en políticas que han demostrado ser ineficientes o dañinas, pero no quieren abandonarlas por razones ideológicas, políticas o porque ya han invertido demasiado dinero en ellas. Un ejemplo es la hiperinflación en Venezuela, donde se siguen aplicando controles de precios y emisión monetaria descontrolada a pesar de sus efectos devastadores. ¿Aprendimos esa lección? o nos contagiamos de “Chavismo”, a su vez heredero del “Castrismo”.
CABALLOS MUERTOS IGUAL A COSTO HUNDIDO: Para los que no gustan de las paradojas, la economía ha desarrollado un concepto clave relacionado con la teoría de los caballos muertos; nos referimos al concepto liberal del costo hundido. Se refiere a dinero o recursos que ya han sido gastados y que no pueden recuperarse.
Muchas veces, las decisiones económicas erróneas se justifican porque “ya se ha invertido demasiado”, lo que lleva a seguir gastando en proyectos inviables en lugar de cortar las pérdidas. ¿Se acuerdan del Tren Maya, la Refinería Olmeca en “Dos Bocas”, el aeropuerto Felipe Ángeles, el Insabin, SEGALMEX, la Megafarmacia, Litiomex, el “rescate” de PEMEX y la C.F.E., la refinería de Tula, Mexicana de Aviación versión 2, la vacuna Patria y mil etc. más, por casi 6 billones de pesos?
Ejemplos abundan, lo que nos hace menos y nos aleja, pero mucho, de la Dinamarca que a manera de chiste nos mencionan un día sí y otro también. Los subsidios a industrias ineficientes son un ejemplo claro de esta teoría. En lugar de permitir que un sector improductivo se ajuste o desaparezca, los gobiernos continúan inyectando dinero a empresas que ya no son viables, generando un desperdicio de recursos y distorsionando el mercado.
Para no hablar más de PEMEX, les diremos que también en Estados Unidos hace aire, un caso emblemático es el rescate de compañías automotrices en Estados Unidos en 2008, que salvó empleos a corto plazo pero generó dudas sobre la eficiencia del uso de recursos públicos.
En muchas crisis económicas, los gobiernos han intentado sostener artificialmente modelos que ya no funcionan. La Unión Soviética, insistió en un modelo de planificación centralizada durante décadas a pesar de su ineficiencia, acumulando deuda y pérdida de productividad hasta que colapsó. ¡Ojo, México, son lecciones de la experiencia!.
Y sigue la parte humana. La teoría de los caballos muertos también explica por qué muchos líderes se resisten a abandonar políticas fallidas. Aceptar que una estrategia ha fracasado implica un costo político alto, ya que puede interpretarse como una falta de visión o liderazgo. Por eso, en lugar de admitir errores, muchos gobiernos redoblan la apuesta y siguen aplicando medidas dañinas. Se perdió más cancelando el aeropuerto de Texcoco (autofinanciable) y aferrándose a la idea del AIFA que si se hubiera culminado la obra que se canceló, esa sí, de nivel mundial.
Pero no solo se mueren los caballos en el sector público, los inversionistas también pueden caer en esta trampa. Muchas veces, en lugar de aceptar que una empresa o activo ha perdido su valor, siguen inyectando capital esperando un giro milagroso. En la crisis de las empresas “punto com” en el año 2000, muchas compañías tecnológicas sin modelos de negocio sólidos siguieron recibiendo inversiones hasta que el mercado colapsó. Y, aunque no nos crean, ese es el camino de las criptomonedas, caballos muertos e invisibles que se alimentan de ambición, ingenuidad y desprecio por las instituciones.
Para evitar caer en esta trampa, tanto gobiernos como empresas deberían de basar sus decisiones en datos objetivos y en análisis de costo-beneficio reales, en lugar de aferrarse a estrategias fallidas por ignorancia, por orgullo, por conveniencia ideológica o por miedo a reconocer pérdidas. Es fundamental adoptar una mentalidad de adaptación y cambio, incluso si eso implica abandonar proyectos en los que ya se ha invertido mucho. El Tren Maya, inconcluso, transporta hoy 10 pasajeros por día, que no son turistas, pero tiene presupuestados 120 mil millones de pesos para este año de (des)gracia.
Cuando una empresa o un particular alimenta a su caballo muerto, el destino es la quiebra o la miseria (los ludópatas lo saben bien, los clubes de fútbol también). Pero si un gobierno lo hace, el costo de oportunidad es de una brutal afectación para la ciudadanía (¿alguien consigue gasolina a 10 pesos el litro?, ¿ya fueron al súper esta semana?).
La teoría de los caballos muertos nos enseña que, en economía y en la vida, insistir en lo que no funciona solo genera más pérdidas. Reconocer cuándo un proyecto, política o inversión ha fracasado es clave para reasignar recursos a alternativas más viables. En un mundo que cambia constantemente, la capacidad de adaptación es lo que realmente determina el éxito. La debacle se da cuando el que alimenta a los caballos muertos lo sabe, pero la gente común lo ignora y, a veces, hasta lo justifica. Ignorancia en ambos lados, el peor escenario.
DE FONDO: Para cerrar el tema del liberalismo en su máxima expresión, una persona no puedes ser, desde un punto de vista binario, más que liberal o conservador y aludiendo al Consenso de Washington que mencionamos en nuestra columna anterior, el brillante economista José Luis Medina, nos recuerda las sabias palabras de un ex Secretario de Hacienda que nos invitaba a responder en positivo o en negativo a las propuestas del Consenso mencionado. Estas propuestas son: 1) disciplina fiscal; 2) racionalización y reorientación del gasto público; 3) reforma tributaria; 4) liberalización financiera; 5) tipos de cambio unificados y competitivos; 6) liberalización del comercio; 7) promoción de la inversión extranjera directa; 8) privatización de las empresas estatales; 9) desregulación amplia de los mercados; 10) garantías a los derechos de propiedad.
DE FORMA: Si nuestros estimados lectores están de acuerdo con al menos siete de las diez propuesta, los felicitamos, son neoliberales, aunque sostengan lo contrario. Y, por supuesto, si están de acuerdo con los 10 mandamientos, doble felicitación, son (neo)liberales puros. Nótese que el supuesto básico, como en cualquier otro esquema (socialismo, comunismo, populismo, centralismo, etc.), es que no hay un mandamiento de CORRUPCIÓN, la verdadera lacra, que suele confundirse con la doctrina. ¿Cómo la ven?
DEFORME: El aumento de la violencia y su impacto en la economía, cada vez en mayor y alarmante medida, se está convirtiendo en “parte del paisaje”, un lugar común que rompe en su totalidad el tejido social y vulnera los derechos humanos. Corregir estos hechos con comerciales falaces o con declaraciones oficiales de que se trata de “eventos aislados”, es, por lo menos, una burla cruel y un notable ejemplo de como se mantiene un caballo muerto. Feliz mes de marzo…
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