En la UPAEP se organizó una tarde de café para recordar a Don Manuel Díaz Cid, a 5 años de su partida con el que todo lo puede.
Me invitaron a participar para compartir mi experiencia, misma que lo hago también con ustedes amables lectores.
Conocí a Don Manuel en 1978 en la prepa Fernando de Magallanes.
En ese entonces Don Manuel tenía 40 años y me impresionaron sus conocimientos de lo que a mí me parecía, casi todo.
En los tres años de preparatoria, a un grupo de rebeldes, nos dio clases de historia de México, de psicología, de lógica y prácticamente nos narraba la segunda guerra mundial.
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De esas materias, me apasionaron la historia de México y la historia universal, de las cuales he seguido leyendo y aprendiendo, pero, sobre todo, la clase de lógica.
Quizá desde entonces entendí que el ejercicio de la política se debe realizar con estricto apego a la ética, pero también con actitudes apegadas a la lógica.
Años después tuve la fortuna de tenerlo como director de la escuela de ciencias políticas y como profesor de diferentes materias durante los 5 años que duró la carrera.
Con su ejemplo entendí que, para trascender, había que leer.
Por su recomendación, leí el capital de Carlos Marx; mi vida de rebelde de Angelica Balavanov o la acumulación del capital de Rosa Luxemburgo, pensadores y activistas marxistas, revolucionarios o anarquistas, pero que dejaron un gran testimonio para la humanidad.
También leí y comprendí a los padres de la filosofía política, a Sócrates, Aristóteles, Platón, Tomás Moro y tantos otros que Don Manuel nos compartía su pensamiento político y nos motivaba a conocerlos.
Desde entonces guardo muchos libros, pero quizá los libros de consulta y de lectura más apreciados, son el de Sabine, la historia de la teoría política; los de la guerra cristera en México; el de líderes de Richard Nixon y los de la segunda guerra mundial.
Es altamente probable que por Don Manuel me haya inclinado a estudiar ciencia política, porque quería seguir aprendiendo algo de lo que él sabía y porque sabía que sí era posible cambiar la política en nuestro país con nuestra participación.
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Con Don Manuel aprendí que los regímenes totalitarios, concentradores de poder y populistas, cayeron por la exigencia de sus propios pueblos al darse cuenta del engaño.
Así cayeron los cesares en Roma; los luises en Francia y los zares en Rusia, por lo que mi vida de joven rebelde contra el autoritarismo que representaba el partido hegemónico, en esos primeros años de los ochenta, me hacía creer y luchar porque algún día los iba a ver caer.
Dios, me dio la oportunidad de contribuir para ver ese gran momento en el 2000 y de seguir aportando políticamente para que, a mi edad madura, me siga haciendo ilusión pensar que pronto, va a caer el populismo en nuestro país, porque la esperanza ha cambiado de manos.
Se extraña a Don Manuel. Su análisis político, su comentario puntual, su apertura ideológica y su tolerancia en el pensamiento y en la acción política.
Qué bueno que lo recordamos.