Lo mío lo mío, es ‘crashear’ eventos, me meto en los lugares menos esperados, acabo en juntas dónde no acabo de entender cómo demonos llegué. También he entrado a conciertos, palenques sin boletos, a fiestas sin invitación y hasta he sido parte de historias que acaban siendo de terror. Me falta una boda, pero voy a ir a la masiva que está organizado Sergio Salomón Céspedes, nada más por no dejar, van a ver.
Pues el sábado acabé sin invitación en un partido de futbol soccer de la liga de veteranos de Huamantla, en la que el equipo de la CTM-La Morena —con Morena me refiero al sindicato de Chiles la Morena, la empresa, no hablo del partido político, no empiecen a divagar—.
Me colé entre la porra, llevaban banderas, playeras, papas, pepitas y, por supuesto, no podían faltar las cervezas, hasta me tocaron un par.
Pude constatar desde la grada y a algunos metros de Leobardo Soto, líder de la CTM, el gran cariño que le guardan sus compañeros.
Mis fans de clóset en Twitter, esos que no me etiquetan, que se disfrazan y se esconden tras nombres falsos, como los describe Alejandro Mondragón, van a decir que ahora voy a lamerle los zapatos al líder de la CTM. Les voy a responder de una vez: ‘Boriiiiiiiiiiiiing!’
Aclaro de una vez, nadie me pidió escribir esto. Simplemente me estoy limitando a contarles lo que vi en mi sábado futbolero.
Pues llegué a un Centro Deportivo en Huamantla y lo primero que vi fue a muchas familias acompañando a sus equipos.
Me dirigí a las gradas y encontré un lugar, ahí en medio, dónde las cervezas eventualmente bañan a las y los asistentes. Porque si vas a vivir una experiencia, la vives completa, como debe de ser.
A unos metros a mi derecha, vi a un aficionado al fútbol. Un hombre apasionado, apoyando a sus compañeros y que por ellos dejó la garganta entre porras, bromas y recordatorios a la progenitora de los árbitros. Y no lo puedo culpar, la verdad es que el actuar del silbante era poco objetivo.
Además vi a un hombre que gusta de bromear con sus amigas y amigos. Para ellos no faltó algún un comentario jocoso, pero también la libertar para que ellos se dirigieran a él de la misma manera.
También vi a un amigo cariñoso con sus amigos, llevado, llevadito, más bien, como cualquiera que guarda una buena amistad con alguien.
Vi a un hombre al que la gente al rededor de él le hablaba con cariño, con respeto, lo veían con admiración y al que seguían en cada porra, en cada grito, en cada reclamo y en cada celebración.
Al final del partido, cuándo su equipo venció a su rival 5-1, lo vi correr a la cancha con sus jugaderes, quiénes no se cansaron de abrazarlo y de tomarse fotos.
Ese hombre al que vi, feliz, rodeado de mujeres, hombres, niñas y niños felices, se llama Leobardo Soto. Y desde mi perspectiva no se parece absolutamente en algo, a ese personaje del que me habían contado tantas historias negativas.
Ahora eniendo por qué la CTM en Puebla y en Tlaxcala, contrario a lo que ha sucedido con otros sectores del PRI y con otros sindicatos, se ha fortalecido y ha crecido tanto. Eso fue lo que vi a un equipo llamado CTM y su líder, un aficionado al fútbol.