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Los “muertos vivientes” poblanos

La lección que hemos apendido en el último medio año es que, en política, no hay muertos

La lección que hemos apendido en el último medio año es que, en política, no hay muertos

Si esta fuera una película, estaríamos en una sala de cine viendo el estreno de “Los muertos vivientes poblanos”. Solo hay un pequeño detalle, en política NO HAY MUERTOS.

Hay coyunturas que obligan a unos alejarse, pero eventualmente, como los salmones, los más fuertes pueden volver.

La semana pasada vimos a varios, Jorge Aguilar Chedraui reapareció, Sergio Moreno Valle, Josefina Bouxadé, entre otros, todos en torno a Mario Riestra.

Por otra parte, y en un acto de justicia y de reinvindicación por parte del gobernador Sergio Salomón Céspedes, Pedro Gómez volvió al SET, de dónde nunca debió haber salido. Esto sin duda debió haber enfurecido a los barbosistas, pero así es esto del abarrote.

Ahí no para la cosa, los Gali también volvieron. Volvieron para hacerse de un partido. Dicen los que “dicen que saben” que vienen por el Verde, por sus posiciones, por sus plurinominales y por sus alcaldías. ¿Cómo lo harán?

Pues como si lean esto pensando en la voz en off que presentaba los créditos de
Chespirito: en la operación el hijo de Omar Blancarte, ojo con eso, porque el Jr. no va solo. Como embajador con Nacho Mier (sí, ese papel sí existe), Jacobo Ordaz. En la creación de proyectos Manuel Martínez. En las relaciones públicas, o sea, reuniendo a los de los pesos, Tony Gali López y, a la cabeza de todos, aunque aun haciéndose el que no quiere, Tony Gali Fayad.

Los daban por muertos, pero no, en un terreno de libertades y dónde no hubiera existido un ánimo de destrucción, sino un espacio dónde, desde la justicia, se castigara al infractor y se respetara al que piensa diferente, dónde se privilegiaran los valores democráticos y no los vikingos de aniquilación, todos estos personajes jamás se habrían ido.

Pero eso es parte de un multiverso del que luego hablaremos.

El punto es que los Gali están de vuelta y con ellos, varios de los perseguidos por el barbosismo. Eso modifica la escena política innegablemente. El peso político de Gali Fayad puede mover la balanza.

Su alianza con Nacho Mier parece prácticamente natural, al final del día los metieron en la misma bolsa y eso de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo, se real, muy real”. Si no, pregúntenle a todos los que se fueron sumaron desde “lo oscurito” cuando vivía Miguel Barbosa.

Él hizo a Nacho candidato al mencionarlo un día sí y al siguiente también en la conferencia matutina. Lo convirtió en el actor antisistema y el colectivo lo identifica como oposición de Barbosa.

El gobernador Barbosa, que en paz descanse, le consiguió coordinador al atacar sin razón, en específico, a un miembro de la familia Mier y por eso, Fernando Manzanilla está ahí.

Fue también él quién le nutrió al equipo, del que solo han asomado las cabezas unos cuantos, pero todavía no a todos los que ya están ahí.

Carlos Sánchez Romero es uno de ellos, que se ha encargado de minar a la estructura priistas a niveles inimaginables. Él es otro de esos que creían muertos, pero no.

No cabe duda, la soberbia genera de la peor de las cegueras.

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