¿Quién iba a pensar que una borrachera inmovilizaría a Puebla? ¿Qué momento tan torcido podría haber generado algo así?
¡Una comida… todo pasó en una comida organizada por Rómulo Arredondo!
En el “evento del momento” sobraron euforia, añoranza, alcohol y muchas ganas enmendar un error.
¿Cuál fue ese error?
¡Pues vivir fuera del presupuesto!
13 años fuera del presupuesto son un error que estos personajes no se pueden permitir volver a vivir.
Llegaron todos a la comida, los socios de las gasolineras, los de los restaurantes, los prestanombres, los fiscalistas, los factureros, los compadres, los líderes del sur —esos que se apropian de terrenos— y el que los encabeza,”el Coco”… todos.
Sobraron los abrazos, los brindis, las felicitaciones y es que el anfitrión iba a revelar qué Secretaría le iba a tocar.
No podía ser de otra manera, Alejandro Armenta tenía que darle lo que quisiera… ¿por qué? Porque es Rómulo Arredondo.
¿Quién más podía ocupar la Secretaría de Transporte sino él y su equipo? El mismo que lo acompaña desde los tiempos en los que ocupó la misma posición.
Había llegado la hora conseguir más concenciones, de tener más gasolineras, de expandir los negocios, de hacerse de más terrenos… ¡La felicidad de todos era incontenible!
La borrachera fue memorable y es que hacía mucho que no se veían todos en un mismo lugar, algo así como 13 años.
Algunos invitados hicieron uso de la palabra antes de que las cosas se salieran de control:
— Amigos todos, quiero agradecer al gran hombre que nos convoca a esta reunión, nuestro jefe y amigo y el próximo secretario de Transporte de Alejandro Armenta. El gobernador ganó porque así lo quiso Puebla y gracias a nuestro apoyo, ¡ganamos todos, amigos!—, gritó eufórico uno de los hombres que presta su nombre para resguardar la identidad del verdadero dueño de tantas conceciones de transporte público.
— ¡Ya volvimos cabrones! ¡Que chinguen a su madre todos los pendejos que creyeron que no ibamos a regresar!—, exclamó el compadre al que ya se le había “subido el agua al tinaco”.
— El tiempo es justo y “después de los años mil, el agua regresa a su carril”, es momento de volver y aunque ya sabemos a dónde, queremos que nos lo diga el amigo que nos convocó a todos… ¡Pasa por aquí, jefe, y dinos lo que todos queremos escuchar!—, dijo uno de los socios mientras movía la mano derecha pidiendo al anfitrión acercarse y tomar el micrófono.
Fue entonces que el que reunió a los “empresarios”, socios, colaboradores y testaferros en la mejor borrachera del año, comenzó con el mensaje:
—Ustedes saben que el gobernador electo y yo somos grandes amigos y que no hay alguien mejor para esta posición que su servidor. Les agradezco haberme apoyado y respaldado durante todos estos años y es por eso que serán recompensados. ¡Ya nos tocaba… regresaremos a la Secretaría de Transporte!—aseguró el afotunado político.
Hacía días que estaba estudiando el organigrama y ya sabía a quién iba a integrar en cada posición importante, todos, personas de su confianza. Aprovechó el momento para comunicarles quién iría a dónde.
Pasó la primera rueda de prensa del gobernador Alejandro Armenta y no anunció su nombramiento, pasó la segunda y… tampoco.
La gente, los colaboradores, los compadres, los socios, los testaferros, los líderes del sur, todos comenzaron a ponerse nerviosos. Los mensajes y las llamadas no paraban: ¿qué estaba pasando?
Y entonces, llegó el día en que en esa esperada rueda de prensa se escuchó otro nombre y no fue el de Rómulo Arredondo.
¿Cómo era posible?
¡Había que hacer algo!
El mensaje debía ser contundente, tan grande como la vergüenza de no haber sido considerado para la posición y haberlo dejado en ridículo luego de la borrachera aquella: ¡había que paralizar a Puebla!
Entonces bajó la instrucción a los testaferros, había que amanezar a los dos gobernadores, a Sergio Salomón Céspedes y a Alejandro Armenta:
¡Exijan inmediatamente un aumento al transporte público! ¡O nos dan una secretaría o Puebla se deja de mover!
Ya les había hablado de esto antes en mi monólogo Satanás y Judas, uno ángel y el otro, discípulo.
Luego, vino la operación para presionar que se le entregara Carreteras de Cuota, se publicaron trascendidos sin sustento para tratar de forzar al gobernador electo a anunciar que la posición sería para el protagonista de esta historia.
Tampoco le concedieron ese capricho.
El fin de semana el enojo incrementó, de nuevo le llamó a los testaferros y amagaron con paralizar a Puebla.
Es gracioso, pero no gracioso de risa, sino gracioso de raro… ¿no les ha quedado claro que nadie amenaza a Alejandro Armenta?
Parece que no.
La exigencia de aumento al transporte y las manifestaciones no son para beneficio de los transportistas, tampoco para que las familias de los choferes vivan mejor; todo es un berrinche, es por querer regresar al gobierno, es por no vivir en el error, es por buscar negocios y beneficios para un grupo, es por la pena de haber hablado de más en una borrachera en la que se habló de más y se prometieron cosas que simplemente no sucedieron.
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