A decir del presidente López, los medios de comunicación mexicanos no están dando difusión al juicio que inicia hoy en Nueva York y dijo que es importante que lo sepa todo el pueblo:
“Para que no se repita, para que las élites no se sientan intocables, para que no impere la corrupción, la impunidad en el país… Pero como están todos involucrados, es una red que tenían de complicidades, de componendas, tienen que quedarse callados, no se toca el tema de García Luna ¡ah, pero el de la Ministra Yasmín sí, ese sí!”.
No tiene absolutamente nada que ver una cosa con la otra, el primero, es un funcionario corrupto, la segunda, también…
¡Upss, esperen! Ciertamente nada tiene que ver un caso con el otro, pero al final del día los dos exhiben un vicio que es común para todas las y los que tenemos el privilegio de nacer en este bendito país, LA CORRUPCIÓN.
Ese mal añejo y que pareciera venir tatuado en la mayor parte de los que detentan el poder. Es como una “enfermedad congénita”, para algunos.
El caso de Genaro García Luna es uno que llama poderosamente la atención, de ser catalogado como un “agente” gris en el CISEN. Entendamos “gris” como esa persona a la que “puedes o no invitar a una fiesta e igual se va a poner buena”. Pues ese personaje acabó convertido en “súper policía”.
“Le gustaba presentarse como un policía vengador tipo superhéroe. Tenemos que admitir de verdad que nos engañó”, dijo el embajador estadounidense retirado John Feeley.
Innegablemente un personaje que tiene que acordar con Dios y con el Diablo, debe ser, precisamente un mago del engaño.
De 2001 a 2005, dirigió la Agencia Federal de Investigación y, de 2006 a 2012, fue secretario de Seguridad Pública, donde controlaba la policía federal.
Fue durante el sexenio de Felipe Calderón que decidieron implementar el “Plan Mérida”, mismo que implicaba intercambio de información con agencias norteamericanas y subsidios para combatir al crimen organizado.
¿El resultado? El mismo de siempre, al captura de algunos capos, el desmantelamiento de algunos brazos armados y muertos, muchos muertos.
Fue hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto que aprehendieron a Guzmán Loera, la historia de la fuga y la reaprehensión, todos la conocemos.
El error de García Luna fue uno, básicamente: el exceso de confianza. Decidió mudarse a Miami a vivir una vida de millonario que escapaba de su realidad. De la de un burócrata con un muy buen sueldo, se fue a vivir la vida de un hombre adinerado que escapaba a su realidad.
Fue así como el gobierno norteamericano logró reunir las pruebas necesarias para acusarlo de lavado de dinero, delito porque el que será juzgado a partir de hoy en Nueva York.
Comenzarán a ventilarse tantos, tantos datos bochornosos para los dos gobiernos, el mexicano y el norteamericano, que seguramente los productores de “Narcos” están ya listos para producir una nueva temporada con toda la información que se va a ventilar.
Lo cierto es que el narco y el gobierno han tenido una relación simbiótica en México, avalada, en muchas ocasiones por agencias como la CIA. También es cierto que esa relación simbiótica no se ha terminado y que no terminará pronto. Presidentes van, presidentes vienen y todos, todos, absolutamente todos, han pactado con el crimen organizado.
¿O me van a decir que no?
Y quiero dejarles una última pregunta, ¿en serio creen que García Luna se “va a ir solo”? Varios funcionarios en activo en cuerpos de seguridad deberían estar temerosos del resultado del proceso.