El miércoles 18 de mayo del año pasado, publiqué una columna en Paralelo19 dedicada a Arturo Rueda. En ella dije que deseaba que fuera juzgado conforme a derecho y que se respetara la presunción de su inocencia, como corresponde a todos los mexicanos. En aquel momento dije que dejé de querer a Arturo, pero luego de un año de mucho pensarlo, la verdad es que ya lo quiero de nuevo. Hoy, les voy a hablar de mis afectos y mis deseos para Adolfo Karam.
Conocí a Hugo Adolfo Karam Beltrán hace unos quince años o tal vez un poco más, entonces era el poderosísimo director de la Policía Judicial. Primero conocí al funcionario y con el tiempo, conocí al ser humano.
Por supuesto que no es un ángel, tampoco les voy a vender que es la Madre Teresa en hombre, porque ni al caso, pero es un gran ser humano con quien quiere y puedo dar testimonio de ello. Ayer, para mí, fue el tío Adolfo, hoy lo es y seguriá siéndolo, siempre.
Le guardo un gran cariño, mucho a más a su esposa y a su hija, pero a él también. Yo no soy como esos avestruces que esconden la cabeza. Tampoco como los que niegan a la gente que quieren en medio de la tormenta, como Pedro a Jesús.
De esos que, cuando las tempestades pasan, empiezan a hablar bien de los que antes lincharon. Hoy abundan, por cierto.
Yo sí quiero a Adolfo Karam y a Ana Isabel Allende y me voy a tomar una licencia al decir lo que viene. Creo que el pecado de Adolfo y de todos los involucrados en el caso de Lydia Cacho, fue no contar su verdad y dejar que solo resonara la de ella. No temo decir en público lo que he dicho en privado.
Ya llegará el día en que la historia sea justa y que permita que se conozca la verdad.
Eventualmente habrá oídos que escuchen las versiones de todas las personas que sufren por culpa de una mentira que se repitió tantas veces, y que terminó siendo apropiada por el imaginario colectivo. Lo que han sufrido las y los agentes involucrados, el juez y hasta Adolfo.
Lo de Mario Marín es otra historia, ojalá que pague con creces el dolor que provocó y que sigue provocando por sus excesos.
Ya llegará el día en que se sepa quiénes fueron las víctimas de este caso y cómo es que hay lobos que se disfrazan de ovejas y que aprenden a capitalizar las circunstancias.
Lo repito, deseo que Adolfo sea juzgado como le corresponde. Con apego a derecho y que se le considere inocente, hasta que se demuestre lo contrario. Porque, les tengo noticias, en todos los casos, los involucrados han sido liberados o absueltos. Sí condenados por abuso de autoridad, pero nada más.
A las autoridades no les quedó más que procesarlos por eso, por abuso de autoridad, porque luego de que el carámbano se convirtió en una avalancha, tenían que “culparlos de algo”.
Ese fue el pecado, pero en ningún caso se ha logrado probar la tortura física o sicológica que acusa la señora. Por algo será, ¿no creen?
P.D. Para tí, Ana Isabel y para bebé, mi cariño, admiración y apoyo, siempre. No están solas, lo sabes, pero te lo recuerdo.
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