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De Brooklyn, políticos y patriotismo

Era un lunes, poco antes de las ocho de la mañana, llegamos a la entrada de la comunidad de San Andrés Azumiatla, en donde inicia la Calle Zapotitlán

Era un lunes, poco antes de las ocho de la mañana, llegamos a la entrada de la comunidad de San Andrés Azumiatla, en donde inicia la Calle Zapotitlán

Era un lunes, poco antes de las ocho de la mañana, llegamos a la entrada de la comunidad de San Andrés Azumiatla, en donde inicia la Calle Zapotitlán. Seguimos hasta en tomar la Calle Principal, y de ahí subimos al primer cerro que te recibe en la comunidad por la Calle Buenos Aires.

Nos dirigimos a la Escuela Primaria Bilingüe Indígena Macuixochitl. Es bilingüe porque se dan clases en español y náhuatl. Sí, los niños y niñas que ahí estudian, orgullosamente pertenecen a pueblos originarios.

Entramos a la citada escuela a las ocho en punto, encontramos a los alumnos y alumnas formados por grupos en el patio. Estaba a punto de iniciar la ceremonia de Honores a la Bandera.

Desde corta edad, nos inculcan el patriotismo, y lo vamos absorbiendo durante toda nuestra educación básica. Puedo decir que la mayoría de quienes hemos nacido en este país sentimos un profundo amor por nuestra patria.

Pues les aseguro apreciables lectores y lectoras, pocas veces he sentido un patriotismo tan profundo como esa ocasión que escuché a esos niños y niñas cantar el himno nacional en náhuatl. Se me estremeció la piel al ver sus rostros llenos de ese amor por México entonando nuestro himno en su lengua materna.

Sentimientos encontrados pues la realidad es que, por más que esos niños y niñas “le echen ganas” les será muy difícil superarse, sobre todo si no tienen las condiciones necesarias para lograrlo.

Hoy, a esos niños y niñas, a esa escuela, les hacen falta salones de clases. Están los alumnos, está el espacio, pero no hay aulas suficientes. Y la directora, por más que busca y se esfuerza, no halla los recursos para construirlos.

Pensé —al más puro estilo de la señora Karimita— escribir tres planas de “Sí merezco abundancia”, no para que no me extraditen de Londres, sino para encontrar quién apoye con esa construcción. Pero ya voy en la plana 537 y no ha pasado nada.

Es irrisoriamente trágico el escuchar las cantidades de dinero que se mencionaron en el reciente juicio contra el otrora Super Policía y saber que con una mínima y diminuta parte de eso se podrían construir los salones que hacen falta.

Es lamentable ver el gasto desmedido que hacen aspirantes a puestos de elección popular en precampañas de la precampaña, entre eventos, acarreos, espectaculares y regalos, y saber que con un poquito de eso se construirían esas aulas para que esos niños que cantan el himno nacional en náhuatl puedan estudiar.

Que triste ver recursos públicos usados en promocionar una imagen, pagar una encuesta, comprar coffee break, o peor, desviarse a cuentas personales, y estar consciente de que eso podría ser usado para apoyar a esa escuela, de esos niños, que cantan el himno nacional en náhuatl.

Creo firmemente que la solución está en la sociedad civil, por ello, desde hoy, tendré más ahínco que fanático defendiendo a su político de adoración para buscar construir esos salones. Tocaré puertas, y si no se abren tocaré ventanas (esperando que no les vuelvan a poner impuestos).

Rescoldos.

Si tú, o alguien que tú conozcas, pueden ayudar en la construcción de esos salones de clases que hacen falta, contáctame. Es una excelente manera de hacer patria, de demostrar nuestro amor a México.

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