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Crónica de 47 pasos en Acapulco

Crónica de 47 pasos en Acapulco

Acapulco

Me encontraba junto a la puerta de la camioneta cargada de ayuda; repartía víveres, botellas de agua, artículos de higiene y muchas sonrisas. Crónica de 47 pasos en Acapulco

De pronto, levanto la mirada, y veo a lo lejos que viene caminando una señora ya muy mayor, encorvada, cabello ralo canoso entrenzado, arrastrando los pasos que se ayudaban con un bastón hechizo de alguna rama.

Sigo repartiendo la ayuda en mano a una interminable fila de damnificados.

Vuelvo a levantar la mirada que lucha contra los potentes rayos abrasantes del sol de las 12:27 del medio día, para encontrar que la viejecita seguía avanzando a un paso tan lento como los años en Macondo, en un lugar al que no llega la brisa del mar, sino el polvo y la soledad.

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De pronto, veo el instante exacto en que aquella adulta mayor se detiene. Como si sus pies se anclaran a la tierra luego de que sus escuálidos músculos le dijeran que no podían avanzar más de aquel punto en ese cerro de la colonia Mirador Coloso de Acapulco.

Le hago una seña para que ya no avance, indicándole que yo le llevaría la ayuda hasta ese punto donde sus fuerzas flaquearon y sus pasos hicieron huelga.

Tomo una bolsa grande y en ella cargo despensa, artículos de higiene, latas de comida, botellas de agua, y echo también en esa bolsa —quizá sin saberlo en ese momento— un pedazo del corazón.

Tomo la bolsa y empiezo a caminar hacia la anciana.

Llevaba unos cuantos pasos y en el caminar vi a Ramiro que había manejado desde la madrugada para llevar la ayuda desde Puebla.

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Rescoldos

Como ciudadanía exijamos a los gobernantes que hagan políticas públicas que implementen las estrategias necesarias para que este tipo de afectaciones no vuelvan a ocurrir. El 2024 es una buena oportunidad.

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