Menstruar es una parte de nuestras vidas pero ya sea por cuestiones religiosas, culturales o incluso políticas (en otros países), menstruar se ha vuelto una desigualdad de género, porque el acceso y la práctica de la higiene menstruales son imprescindibles; sin embargo, este proceso fisiológico de las mujeres y personas menstruantes que tanta vergüenza ha generado (y sigue generando) en nuestros días, es un estigma para muchas de nosotras.
Hablar de nuestros cuerpos, de nuestra menstruación, del acceso a salud, no siempre es fácil y es que a veces pensamos que algunas iniciativas que si bien son un gran paso para hablar de MENSTRUAR, no son la panacea a la salud de las mujeres, porque no solo debemos estar hablando de tener una licencia menstrual para poder faltar dos días al trabajo por una dismenorrea grado dos, deberíamos estar hablando sobre que muchas mujeres en México no cuentan con sistemas de salud, tan sólo el 43% tiene acceso y eso sin hablar de que las consultas con tu ginecólogo o ginecóloga llegan con meses de retraso.
De acuerdo con un estudio de la ONU sólo 16% de las niñas y mujeres adolescentes cuenta con conocimientos precisos sobre la menstruación, por lo que hablar de lo que nos sucederá en nuestra primera menstruación, así como garantizar el acceso a una higiene digna, garantizando la privacidad y pudiendo usar insumos de manera más privada e íntima, es poco probable.
Tenía 17 años cuando mi menstruación llegó, y porque cuento esto, para saber que no hemos avanzado demasiado, aunque en mi caso conté con una madre médico que me había preparado en cuanto a conocimientos sobre el tema, no me preparo para la incomodidad y vergüenza que sentí conmigo y mi cuerpo, con el olor que según yo todo mundo podía percibir y con las burlas de haberme manchado, que aún en día existen.
Conforme fue pasando el tiempo fui trabajando en los tabús a los que me enfrentaba por el hecho de menstruar, y es que el estigma de la menstruación es una forma de misoginia. Los tabúes menstruales nos condicionan a entender la función menstrual como algo que debe ser escondido, algo que causa vergüenza. Recuerdo que antes de lograr decir MENSTRUANDO, siempre decía “me bajo” ó “estoy con Andrés”, porque la sociedad me enseñó que al no ponerle nombre a algo, reforzamos la idea de que no debe ser nombrado, y en definitiva hablar de menstruación era un tabú.
Pero ojalá solo hablaramos de tabús por menstruar, también hablamos de médicos incapaces de estudiar sobre los cuerpos de las mujeres y personas menstruantes, en donde la medicina ha tenido pocos avances para saber el porqué tenemos dolores al menstruar, de cómo nos dan anticonceptivos que dañan nuestro organismo para regular nuestra menstruación, de problemas o dolores que son minimizados solo por ser mujeres, también está el porcentaje de niñas y mujeres que no disponen de un espacio privado y seguro para cambiarse o lavarse las expone a ser juzgadas o atacadas; en algunos países donde los baños no están segregados por sexo, algunas mujeres incluso son víctimas de ataques sexuales.
Claro que vamos a hablar de MENSTRUACIÓN, porque ayuda a desmontar la cultura de la vergüenza y de la desinformación que han existido desde hace miles de años. Intercambiar información, ideas y experiencias sobre la regla puede ser un momento importante para otorgar poder sobre nuestros cuerpos.
En este cuarto propio reconocemos que hablar de ella es importante, pero que no basta solo con leyes que nos den permiso para faltar por incapacidad menstrual, faltan espacios de diálogo, acceso a menstruación digna, a romper los tabúes en torno a MENSTRUAR, a contar con médicos y médicas especializados en el cuerpo de las mujeres, en una medicina no patriarcal, el acceso gratuito a toallas sanitarias, tampones y/o copas menstruales a todos los niveles, claro que toda acción que nos lleve a poner el tema sobre la mesa es importante, así que ahora toca seguir hablando de ello para darles a las niñas, mujeres y personas menstruantes la libertad, seguridad y salud digna sobre nuestros cuerpos.