Hablar de los cuerpos ha sido el deporte favorito de millones de personas y con la frase “el gordo es gordo por flojo” reflexiono sobre la gordofobia que se vive en México. Esto, mientras escribo mi columna y me zampo una bolsa de papas y dos latas de refresco. Pero con un cuerpo normativamente aceptado por la sociedad, al que nadie cuestionaría por eso.
En México la gordofobia EXISTE, tan sólo el hecho de cuestionarlo en ya discriminatorio. En lugar de escuchar a personas gordas hablar de la discriminación que han vivido por el hecho del cuerpo que tienen, lo que hacemos es poner en tela de juicio lo están viviendo. Los discursos establecidos por la sociedad nos han hecho creer que ciertos cuerpos no pueden existir. Los individuos que sufren sobrepeso son blanco constante de burlas o comentarios negativos. Se trata de una discriminación y violencia basada en un juicio de valor moral y eso es GORDOFOBIA.
La gordofobia es un fenómeno sociocultural, económico y político, cargado de prejuicios valorativos incitadores de odio contra los cuerpos que no entran en los éstandares corporales. Además, dentro de este entramado de prejuicios, existe la ficción de que la delgadez es saludable, mientras que la gordura conlleva a la enfermedad.
Es importante cuestionarnos si los cuerpos delgados son en sí saludables. O sólo es un esterotipo que nos ha vendido la sociedad, y esto me lo pregunto mientras recuerdo que mi “mejor cuerpo” lo tuve cuando pesé 54 kilos. Es decir, 8 kilos menos de los que tengo, con un cuerpo perfecto para la sociedad pero al mismo tiempo peleando por sobrevivir, luchando con una bacteria que consumía mi peso y que logró llevarme al hospital. Un cuerpo enfermo pero alabado por la mayoría de la gente a mi al rededor.
El tema surge porque la actriz y comediante Michelle Rodríguez fue blanco de burlas y discriminación. Esto por la polemica que causó su portada en la revista Marie Claire edición México. En un video de su cuenta oficial de YouTube mencionó que recibió comentarios de todo tipo. Agradeció a por los mensajes positivos y les respondió a todos aquellos que opinaron de forma negativa y despectiva.
“Habito en un cuerpo grande y no me avergüenza. Lo cuido, lo honro, lo respeto y lo disfruto. Este cuerpo me ha llevado a cumplir mis sueños: me hace cantar, bailar, escribir, conducir, jugar, amar y abrazar a los que amo. Mi cuerpo no es una batalla, mi cuerpo es una revolución”.
En una parte de su mensaje expuso que la gordofobia existe y que hace falta que la gente sepa de qué se trata. Porque con el pretexto de preocuparse por su salud, algunos opinan acerca de su apariencia. Justificando que no es saludable que ella sea de talla grande. Pero dejo claro que incluso si ella estuviera enferma, las personas enfermas merecen igualmente un trato digno.
Pero la obesidad no es tratada socialmente como una enfermedad, para la sociedad es una falla moral. Las personas son gordas porque quieren, y este ha sido un mensaje que hemos interiorizado. Sin considerar factores como el genético, la falta de acceso a alimentos saludables ya sea por pobreza de tiempo o de ingreso, etcétera.
Pero en este camino siempre hay una luz, la de los cuerpos discidentes que hacen activismo gordo y han logrado encontrar y sostener un posicionamiento político y una agencia. Retoman la palabra GORDA como una postura política que resulta fundamental para la propia aceptación de todas las personas gordas. Contar con una mirada desde la diversidad de corporalidades e interseccionalidades permite la autodefinición y conceptualización más allá de solo la gordura.
Como bien lo diria Magdalena Piñeyro (activista gorda), la aceptación de los gordos no significa abogar por la gordura. Sino de rechazar una cultura que nos lleva a sentir rabia y a fustigar nuestros cuerpos, incluso a odiarlos, buscando en el camino certero. Se trata de poner nuestras propias fronteras y conocernos, y tomar decisiones inteligentes sobre cómo vivir y tratarnos a nosotros mismos. De defender con fiereza la privacidad de esas decisiones. Se trata de divulgar la idea de que cualquier cosa que hagas con tu cuerpo debe venir desde el amor propio y el cuidado de sí mismo. Y no desde la culpabilidad, los (pre)juicios de los demás, o del castigo. Se trata de demandar que todos los cuerpos, sin importar su apariencia, edad o capacidad, sean tratados con respeto y dignidad.
Sirva este cuarto propio para recordarnos que nuestros cuerpos y nuestras enfermedades no pueden ni deben ser juzgadas por nadie. Que eso no nos quita nuestra capacidad intelectual ni mucho menos nuestro derecho a ser amadas, respetadas, valoradas, deseadas y aceptadas por la sociedad, que un cuerpo va más allá de su tamaño, y que en pleno 2023 deberíamos de dejar de hablar de los cuerpos de las demás personas.