Inició la semana santa y yo como buena poblana me emociono por ello. Y no es que sepa mucho de la religión católica pero en Puebla mis tías y tíos conservadores me han enseñado que es la semana en la que más religiosos nos ponemos.
Puebla es uno de los estados más conservadores en los que he vivido. Pero también del que más he aprendido que la hipocresía se vive todos los días. Porque justo veo gente que en esta semana deja de comer carne porque es pecado. Pero al mismo tiempo esta gente piensa que las personas trans no tienen derechos. Que los migrantes son humanos de segunda y que cualquiera que no entre en sus cánones de “persona perfecta” debe ser objeto de ataques. Pero eso sí, comer carne en semana santa es un pecado.
Pero quizás sea yo la que está equivocada y mucho de lo que sucedió con Jesús, el Nazareno que ahora veneran, es lo que está pasando metafóricamente con las poblaciones vulnerables. Porque si la misma religión hizo crucificar a un ser humano que ayudaba a enfermos, tenía empatía con las prostitutas, proclamaba hermandad y reflexionaba sobre las desigualdades ¿qué se puede esperar que piensen de las personas que hacen lo mismo en está época?
Ahora entiendo a mi tía conservadora cuando señala que las colectivas que defienden infancias trans y derechos sexuales reproductivos no tienen razón de existir. O a los tíos de las reuniones señalando que los migrantes no tienen derechos. Y que los pobres son pobres porque quiere. Entiendo que han aprendido que a quienes protegen a las poblaciones vulnerables en este mundo, se les crucifica.
Las iglesias no se convierten ni se arrepienten de sus pecados. Se han vuelto cómplices de pederastas, de asesinos, de corruptos, y claro que la hipocresía no se limita a una religión o grupo de personas. Pero pareciera que entre más cerca estamos de ella sin cuestionarse, más derechos queremos pisotear a las personas.
Pero bueno como todo en semana santa es arrepentirse de nuestros pecados, sirva esta esta columna para reflexionar que quitar privilegios, estigmatizar poblaciones, pensar que la desigualdad y la pobreza se soluciona con “échale ganas”. Que las mujeres no pueden decidir sobre sus cuerpos o que las infancias trans no existen, es también un gran pecado.
Así que aventemos la primera piedra, si estamos libres de pecado, disfruten sus días y su hipocresía de semana santa.
No te pierdas las columnas de Pilar Trejo.