Carlos Rivera, orgulloso hijo de Tlaxcala, convirtió la antigua casa de su abuela en un centro de acopio y refugio para familias damnificadas y brigadistas.
Las llamas avanzan sin freno en el oriente de Tlaxcala, arrasando bosques y hogares en Atltzayanca, pero, entre el humo y la desesperación, emergió un gesto que tocó fibras: Carlos Rivera, originario de Huamantla, no solo alzó la voz en redes sociales; abrió las puertas de su casa para dar cobijo.
A través de Instagram, el cantante compartió su consternación por el siniestro que golpea a su gente:
“Qué dolor ver esto que está pasando en mi querida Atltzayanca… Me duele el corazón que muchas familias están perdiendo sus casas y sus animalitos”, escribió, acompañado de un video donde se ven las montañas envueltas en fuego.
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Pero Rivera no se quedó en mensajes. Hizo lo que muchos no se atreven: convirtió la antigua casa de su abuela en un refugio y centro de acopio.
Desde ahí, junto con su familia, comenzó a reunir víveres y ofrecer un espacio seguro a quien lo necesite.
“Trajimos todo lo que pudimos, todo lo que nos cupo, para ayudar a la gente que lo necesita… Esta casa está abierta para quien lo necesite”.
Carlos Rivera.
Apoyo para brigadistas y familias desplazadas
Rivera también anunció que parte de los insumos serán canalizados a los brigadistas que combaten el fuego y a las familias que lo han perdido todo.
Además, dijo estar buscando vías oficiales para entregar donativos de manera transparente y efectiva.
Las condiciones climáticas no han ayudado. El viento y la sequía agravan la emergencia, dificultando la labor de autoridades y voluntarios que no bajan la guardia.
La comunidad responde con aplausos y ayuda
En redes sociales, el gesto de Rivera fue ampliamente celebrado. Más que una estrella del pop, la gente lo ve como un hijo de Tlaxcala que no olvida sus raíces y actúa cuando su comunidad lo necesita.
Este acto no es aislado. Rivera ya ha mostrado antes su compromiso con causas sociales, pero esta vez, con el incendio quemando literalmente su tierra, decidió encender otra llama: la de la esperanza.