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Teuchitlán: el doloroso reflejo en el espejo de México

El CJNG se adueñó de Teuchitlán y de gran parte del territorio nacional
El CJNG se adueñó de Teuchitlán y de gran parte del territorio nacional

El hallazgo en Teuchitlán, Jalisco, de un rancho utilizado como campo de exterminio por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) no es solo una noticia más, de esas que ya nos acostumbramos a ver sobre la violencia que azota a México.

Es una bofetada a nuestra conciencia colectiva y un recordatorio brutal de cómo el crimen organizado convirtió a México en un tablero en el que juega su juego macabro.

En este predio, descubierto no por las autoridades sino por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, se reclutaba a jóvenes con falsas promesas de trabajo para luego entrenarlos o eliminarlos si no resistían la brutalidad de la organización.

Entre otras cosas hallaron hornos clandestinos, fosas y restos humanos. Estos pintan una escena que parece sacada de una pesadilla o una película de Guillermo del Toro, pero lametablemente se trata de nuestra realidad.

Este suceso expone la incapacidad —¿o desinterés?— del Estado mexicano para enfrentar a los cárteles. Además amplifica las tensiones con Estados Unidos, nuestro vecino del norte.

La percepción de Estados Unidos y de muchos de nostros es que México es un “narcoestado” y lamentablemente se refuerza con cada hallazgo como este.

Mientras el gobierno de Andrés Manuel López Obrador insistió en una estrategia de “abrazos, no balazos” y el de Claudia Sheinbaum ya no puede contener la escalada de violencia, el CJNG opera con una impunidad que ya es lo insultante.

En Teuchitlán, no fueron la Fiscalía, la Guardia Nacional ni el Ejército quienes destaparon este horror, sino ciudadanos desesperados buscando a sus desaparecidos. ¿Qué mensaje envía esto a Washington, donde ya se debate abiertamente si México es un socio confiable o un problema de seguridad nacional?

La relación bilateral con Estados Unidos, siempre compleja, se tensa aún más con eventos como este. La administración estadounidense, bajo presión interna por la crisis del fentanilo —un veneno que el CJNG exporta con eficacia letal—, no ve en México un aliado sólido. Para ellos somos un flanco vulnerable en su frontera sur.

Las cifras son claras: más de 107,000 muertes por sobredosis en 2023 en Estados Unidos, muchas ligadas a opioides sintéticos provenientes de cárteles mexicanos como el CJNG. Cada fosa, cada crematorio clandestino, es un argumento para quienes en el Congreso estadounidense piden intervenciones más drásticas, desde sanciones hasta operativos unilaterales.

Y aunque México rechaza airadamente cualquier injerencia, la pregunta persiste: ¿qué hacemos nosotros para evitar que nos vean como un Estado fallido?

Para contexto puedes leer: Autoridades catearon el rancho de la narcofosa de Teuchitlán hace meses.

Lamentablemente Teuchitlán no es un caso aislado. Es un síntoma de un cáncer que se convirtió en metástasis para nuestro país: la colusión, la corrupción y la indiferencia.

Mientras el gobierno presume avances en seguridad sin que entendamos cuáles son, la realidad nos golpea con imágenes escabrosas. Hornos donde se deshacían cuerpos y la certeza de que el CJNG no solo controla territorios, sino miles de vidas.

Esta barbarie le pasa factura a México no solo por las víctimas que deja, sino por cómo nos posiciona en el escenario internacional. Estados Unidos ya no solo nos señala por la droga que cruza la frontera; ahora nos observa con desconfianza. Nuestro vecino del norte debe preguntarse si nuestro sistema político y judicial —treméndamente debilitado— puede siquiera contener la amenaza.

La estrategia actual no funciona: los cárteles no se disuelven con discursos ni con promesas de redención. Si México no actúa con firmeza —con inteligencia, recursos y voluntad política—, el costo será doble. Seguiremos perdiendo vidas, cada vez más familias llorarán a sus muertos y se debilitará aún más la soberanía en la narrativa global.

Teuchitlán no es solo una tragedia local; es una advertencia de que, si no cambiamos, el mundo nos juzgará no como víctimas, sino como cómplices de nuestro propio colapso.

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Itandehui Rodríguez

Itandehui Rodríguez

Poblana, tutora de Monólogos de Ménade, responsable de lo que dice y hace y no de lo que le inventa. Resiliente, en constante reinvención y en una relación.