En un mundo actual dominado por creencias fantásticas como la existencia de multiversos, viajes en el tiempo, super héroes (y super villanos), viajes espaciales, robots humanoides o transformers, la economía de verdad no escapa a la fantasía y llega a extremos increíbles de candor (de maldad por la parte emisora), de inocencia o de simple maniqueísmo mercadológico, que le quita valor a lo que lo tiene y le asigna valor -y recursos- a “activos” que no existen.
El viernes pasado, el Bitcoin, una moneda inexistente, sin respaldo y producto de la mitología económica, alcanzó la exorbitante cifra de 100 mil dólares por unidad, y se sigue demandando. Aunque desde nuestro punto de vista la caída será tan estrepitosa como el ascenso, no deja de llamar la atención que figuras como Tesla o Black Rock le apuesten millones de dólares, a no ser que sean los entes especulativos que ganan mientras usted pierde.
La entrada de instituciones financieras o la inversión de recursos públicos de gobiernos que desafían a sus propios bancos centrales, ha legitimado el uso como activo financiero de algo que, repetimos, solo existe en el imaginario colectivo.
Del mismo modo, empresas llamadas “disruptivas”, sin activos que las respalden, se cotizan a niveles fuera de lo común (si lo común existe) y tan solo porque ofrecen o se perciben como indispensables en el futuro, alcanzan cotizaciones y valores superiores a los mil millones de dólares, 9 de ellas en México.
Las rondas de financiamiento lideradas por grandes firmas de capital de riesgo (como Sequoia o SoftBank) validan la percepción “positiva” de estas startups y aumentan su valor, a medida que aumenta el riesgo de los que se enganchan en la parte alta de la ola.
La entrada de instituciones financieras (como BlackRock o Tesla) ha legitimado su uso como activo financiero. Los evangelistas del bitcoin confían en que siga subiendo, y prevén un entorno regulador más amigable bajo la administración Trump 2.
Aunque ostentosamente se denomina moneda, y en algunos casos puede utilizarse como dinero, el bitcoin no tiene curso legal en la mayoría de los países. Y es una transacción mucho más complicada para el individuo que la utiliza para comprar y vender cosas, especialmente cuando se trata de declarar las operaciones en sus impuestos.
Alguien que tiene recursos de los alcances de Elon Musk (400 mil millones de dólares la semana pasada), puede divertirse jugando con monedas virtuales, inclusive puede subir o bajar su valor artificialmente, independientemente de las “leyes del mercado”, tan vulneradas hoy por los chinos, pero inducir a la gente a apostar los ahorros para la universidad de un hijo, es una perversión económica y una tentación en la que cada día caen más ingenuos.
Si tiene pocas deudas y está dispuesto a aceptar el riesgo de perder lo que ha invertido, juegue y corra el riesgo, lo contrario sería una ruleta rusa financiera, y la pistola está cargada.
Algo semejante está ocurriendo con empresas sin valor físico que, vendiendo expectativas estadísticas o ilusiones manipuladoras (como lo hacen los políticos en etapa electoral) alcanzan una valoración (nunca una aportación) de al menos 1,000 millones de dólares sin haber cotizado en bolsa (es decir, antes de su Oferta Pública Inicial o IPO). Este término fue acuñado en 2013 por Aileen Lee, fundadora de Cowboy Ventures, para destacar lo excepcional de estas empresas en el mundo empresarial. El rumor, las redes sociales y las complicidades mediaticas impulsan esta acumulación y, otra vez, el inversionista ingenuo, novato o manipulado, apuesta sus recursos a que seguirán creciendo.
Las unicornios simbolizan la capacidad de las startups para alcanzar niveles excepcionales de éxito, pero también son ejemplo de un modelo de alto riesgo que puede ser vulnerable a cambios económicos y de mercado.
Empresas como Uber y Lyft han enfrentado dificultades para alcanzar la rentabilidad, mientras que enfrentan competencia de servicios locales y nuevas regulaciones.
Para 2025, prevemos un gran desplazamiento de las empresas unicornio y, como nos encanta la zoología, apostamos por modelos más sólidos y sostenibles. Estas opciones reflejan la evolución del ecosistema de startups y la diversificación de las tendencias de inversión. Destacan, por su alcance más cercano a la realidad, las empresas “camello”, las empresas “cebra” y -nuestras favoritas y más cercanas a la realidad- las empresas “Dragón”.
Las empresas “camello” son startups diseñadas para sobrevivir en condiciones adversas, con un enfoque en sostenibilidad financiera y rentabilidad a largo plazo, en lugar de crecimiento rápido y dependencia de rondas de financiamiento, tienen capacidad para resistir crisis económicas y operar con eficiencia, lo que las hace atractivas en entornos de incertidumbre como el que se vislumbra para este recién comenzado 2025.
Este año escucharemos con frecuencia de la irrupción de las llamadas empresas “cebra”. Con el aumento de la conciencia sobre sostenibilidad y el impacto social, las empresas cebra están bien posicionadas para crecer en popularidad entre emprendedores e inversionistas. Serán punta de lanza en sectores que juegen un papel clave en entornos como energías renovables, economía circular, educación y salud y bienestar, curiosamente líderes en las economías europeas y las de mayor recorte presupuestal en México.
Las empresas cebra representan un modelo de negocio más equilibrado y sostenible, adaptado a las demandas de un mundo que busca combinar beneficios económicos con responsabilidad social y ambiental. Aunque su crecimiento puede ser más lento que el de las unicornio, ofrecen a los inversionistas una oportunidad de participar en un modelo de éxito a largo plazo, con menor riesgo y mayor resiliencia ante crisis económicas y sociales.
DE FONDO: Y sin salirnos del zoológico fantástico, llegan las empresas “dragón” Las empresas dragones son compañías resilientes, poderosas y con una visión de alcance a largo plazo. Logran su valor por la capacidad de administrar las inversiones y responder a los inversionistas, mientras que los unicornios obtienen su nombre y sus recursos por su capacidad de crecimiento.
Las dragones, a diferencia de los unicornios, tienen cifras y control de gastos saludables, buscan primero conseguir su rentabilidad y consolidarse firmemente en el mercado local para luego expandirse internacionalmente con financiación responsable y más orgánica; cuentan con la capacidad financiera real para devolver a los inversionistas el capital invertido.
De hecho, emprender con un modelo de empresa dragón (consolidada y rentable) es preferible que hacerlo bajo un modelo de unicornio (consiguiendo inversión para cubrir liquidez). Un estudio realizado por Rockstart mostró que de las empresas estudiadas que fracasaron, el 70% había levantado capital, “pero aún así tuvieron que cerrar operaciones porque no encontraron la forma de ser rentables”. Si no se planifica la idea, el fracaso es inevitable.
DE FORMA: El Salvador invirtió recursos públicos en bitcoins adquiridos en 60 mil dólares la unidad, cayó a menos de 13 mil dólares y ahora subió a 100 mil, aparentemente el sube y baja juega a su favor, solo que: ¿puedes congelar recursos públicos esperando vacas gordas cuando las flacas están a la vuelta de la esquina?. Bukele tiene la palabra.
DEFORME: La menor expectativa de crecimiento para América Latina en 2025 la tiene… ¡adivinó! México (arribita solo de Cuba y Haití)… Contra Guyana que prevé un crecimiento del 16% (auge petrolero), a México la CEPAL estima una desaceleración económica, rodeada de incertidumbre, que arrojará un mísero aumento del PIB de tan solo a tan solo 1,2%, con tendencia descendente ante el peligro de Trump y los aranceles y de la inseguridad jurídica que está frenando las inversiones. Nosotros señalamos un crecimiento del 0%, por los mismos factores. ¿Elección equivocada?
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