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¿Quién defiende al electorado?

¿Quién defenderá a los electores?
¿Quién defenderá a los electores?

¡QUÉ POCA… ÉTICA!: Imagínese usted, caro lector, que desea adquirir una casa en la playa, su salud requiere vivir a nivel del mar, retira la totalidad de sus ahorros del banco y le entrega ese dinero al corredor inmobiliario mejor calificado de su ciudad, el más honesto y más cumplidor. Pasado un mes, usted recibe las llaves de una casa impecable, solo que… ¡en las montañas!, donde ni su salud, ni su plan de vida tendrán acomodo. Es exactamente lo contrario de lo que usted pidió al prestigiado Brocker. Literalmente, lo han defraudado y, sin duda habrá consecuencias.

Ahora no imagine, solo piense en el candidato a diputado o senador que usted eligió luego de una larga campaña en que el personaje lo convenció, primero por la plataforma del partido que lo postuló (problema inicial de la partidocracia) y luego porque ya había ocupado uno o más cargos públicos al cobijo de ese partido, sus principios, sus estatutos y sus postulados.

Hete aquí que su candidato y, obviamente, de miles de electores, ganó la elección gracias a los votos que lo favorecieron a él, a su partido y a los convencidos que votaron por él. Pero sucede que, antes de tomar posesión, o pocos días después de hacerlo, el sujeto de marras decide, de buenas a primeras, pasarse al partido que representa exactamente lo contrario de lo que postuló a los ingenuos y defraudados electores y que, además, su voto inclina la balanza en favor de modificaciones legales que, desde el punto de vista de los votantes a los que representaba originalmente, cambiarán el curso de la vida nacional, de la democracia (ya de por sí fracturada) y del futuro de una o de varias generaciones.

Eso ocurrió con el affaire de la llamada reforma judicial recién aprobada gracias a la “desinteresada” colaboración de quienes votaron en contrario sensu a la opinión de sus originales representados, verdaderas víctimas desprotegidas de un fraude reconocido y, sin embargo no sancionado. ¿Por qué?, porque la ley no sanciona a quienes una vez electos, cambian de partido y no protege a los ciudadanos que lo nombraron su representante. ¿Por qué ocurre esto?, ah, porque los propios legisladores así lo han decidido.

Así de mal se construyó nuestra endeble y retorcida democracia. La decisión de una mayoría la vende un individuo carente de ética al mejor (o al peor) postor. Y, por si no se había dado cuenta, se compraron esos votos con recursos provenientes del propio electorado defraudado. Negocio redondo y país al garete.

CHAPULINES A BRINCAR: Este llamado “chapulinéo” es, sin la menor duda, una manipulación del sistema democrático, en la medida en que el candidato utilizó la infraestructura, recursos y reputación del partido postulante para asegurar su victoria, solo para luego abandonar esos principios una vez asegurado el cargo. Desde una perspectiva legal, el cambio de partido antes de tomar posesión generalmente no está prohibido en México, sistema ilegal de “autoprotección” no corregido por sus propios violadores, ya que los legisladores tienen libertad de alinearse con la organización política que mejor les convenga.

Algunos países han implementado leyes para combatir el “transfuguismo” o el cambio de partido, especialmente cuando se considera que el legislador está traicionando la voluntad de los votantes o los intereses del partido original. En el caso de México, después del niño ahogado va a estar bien difícil tapar el pozo.

¿Ha notado usted, entre partido de futbol, concierto de Bronco o su marcado interés por “La Casa de los Famosos” que lo han defraudado vilmente?. En el caso de la casa en la montaña, el corredor ya estaría sujeto a un proceso penal, en el caso del político canguro seguro que ni siquiera lo va a recibir y menos a explicar su pérfida, pero seguramente bien remunerada acción.

El partido que los postuló, seguramente expulsará a los malandros, pero éstos conservarán el puesto (otra falla legal) y, seguramente asegurarán, o creerán hacerlo, canonjías, privilegios y recursos que, de otra manera serían objeto de escarnio público y, quizá, judicializados.

La lealtad del legislador no debería ser exclusivamente hacia el partido, sino hacia el mandato que recibió de los votantes. Cambiar de partido sin justificación coherente con ese mandato es, por lo menos, una falta de responsabilidad política. Los votantes esperan que los candidatos actúen de manera coherente con los valores que defendieron en campaña, y al cambiar de bando, se les priva de esa representación.

El cambio de partido por intereses personales puede estar motivado por el deseo de obtener un beneficio personal o una ventaja política en lugar de servir al bien común. Este tipo de comportamiento sugiere que el candidato ve el cargo como un medio para lograr fines personales, en lugar de una responsabilidad pública para servir a los intereses de sus electores. Esto contraviene los principios éticos de la representación política.

¿CONGRESO REPRESENTATIVO?: Este tipo de situaciones afecta la confianza pública en las instituciones democráticas, y, peor aún, las destruye. Si los votantes sienten que los políticos cambian de partido por conveniencia personal y no por convicción, pueden perder la fe en el sistema democrático y la efectividad de sus votos. Esto podría conducir a un aumento del escepticismo hacia los políticos y a una mayor apatía electoral.

A ver, hay que recordar que la plataforma de un partido refleja una visión del país y un conjunto de políticas específicas. Cuando un legislador cambia a un partido con una plataforma opuesta, desvirtúa el debate político, o, más grave, lo destruye. La política deja de basarse en principios y propuestas, y se convierte en una lucha por el poder. Esta falta de coherencia ideológica debilita el rol de los partidos como representantes de visiones distintas de la sociedad y pone en evidencia la legitimidad del antes representante de los votantes. La representación política no solo es un mandato legal, o un asunto de conveniencia personal, es también un mandato moral y ético, y cambiar de partido socava esa legitimidad.

Si los mayores problemas del país, que derivan en la fragilidad económica, son la inseguridad y la corrupción, esa que se prometió “barrer de arriba hacia abajo”, pero que parece que se concentró “arriba” y se escondió la escoba, acciones en brincolandia solo refuerzan la percepción de corrupción política. Si los votantes perciben que los cambios de partido están motivados por promesas de beneficios personales o de poder, la política se convierte en un juego de intereses en lugar de una vocación de servicio público. ¿Conoce usted a algún político con pureza de intenciones y capacidad para cumplirlas?… ¡Felicidades!

Mientras esperamos el respeto al electorado, a los principios y a la moral, palabra que de tan gastada ya perdió todo su valor, seamos felices, el América le ganó a las Chivas mientras alguien hacía trizas nuestra endeble democracia.

DE FONDO: Max Weber, tan mentado en las facultades de Leyes, de Ciencias Políticas y de Economía enfatizó en su obra principal, “La política como vocación”, la relevancia de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Un político debe actuar guiado por principios, y cambiar de partido por razones personales contradice la vocación de servicio público que Weber defiende. Esto entra en el campo de la ética política, donde el deber hacia los votantes y los principios del cargo deben prevalecer sobre el interés personal. ¿Tendrán la obra en la Biblioteca del Congreso?

DE FORMA: El llamado Plan “C”, el de reformas sin análisis, sin discusión, sin sentido y sin transparencia, alertó (espantó) a los mercados. Las calificadoras aumentaron la calificación de riesgo para el país, los inversionistas retiraron sus proyectos o, al menos, los pausaron (¿dónde está Tesla?), los pronósticos de crecimiento se ajustaron a la baja y los de inflación hacia arriba (¿ya fue usted al súper después del affaire legislativo?), se vislumbra un mayor déficit público (menor recaudación) y un mayor endeudamiento. ¿Usted invierte para destruir su casa? Parece que algunos sí.

DEFORME: El “grito” de anoche fue la síntesis de un sexenio, uno contra todos y (casi) todos esperando el show de espaldas a la realidad. ¡Qué Viva la Independencia! Y que la nación se los demande…

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Adalberto Füguemann

Adalberto Füguemann

Economista, conferencista y consultor Asociado y Generador de Alianzas Estratégicas para las firmas Taller Especializado de Arquitectura Mexicana, APLA Consultores, STA Consultores y Esfera