Bien reza el dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Digo esto porque ayer se conmemoró el noveno aniversario de la desaparición de Paulina Camargo Limón.
El caso de Paulina fue el segundo con gran resonancia mediática, el primero, fue un año antes, el de Karla López Albert, mismo que se convirtió en un circo mediático por culpa de Laura Bozzo.
En el caso de Karla, su feminicida, Manuel N deberá cumplir con una sentencia de 76 años por matar a la madre de su hijo. Por lo que toca a Paulina, José María N cuenta con un procedimiento abierto.
Luego de ellas han habido cientos de poblanas desaparecidas y que lamentablemente seguirán desapareciendo o muriendo a manos de monstruos, porque no tienen otro nombre.
La indolencia con la que se trata a las mujeres en este país es simplemente desgarradora, pero además, desconcertante. Este fenómeno fue ignorado por mujeres que pudieron haber marcado una diferencia y pudieron lograr hacer en aquel pasado que nuestro presente fuera diferente.
Si quieren saber a qué me refiero, les invito a leer: Razones por las que nunca, nunca, votaría por Beatriz Paredes.
Reconozco el gran esfuerzo de Rocío Limón quién ya no pelea solo por su hija Paulina, sino por y con las miles de madres, hermanas y familias que buscan a sus desaparecidas y a sus muertas.
El aniversario de la desaparación de Paulina Camargo, coincide casualmente con un Día Naranja, y hace que el recuerdo sea aún más doloroso. Porque diariamente nos están violentando, nos están maltratando, nos están acosando, nos están violando, nos están golpeando, nos están explotando y nos están matando.
¡Ya basta de preguntarse por qué marchamos! ¡Ya basta de burlarse de nuestras exigencias! ¿Por qué no entienden que ya nos cansamos?
Deberías leer: Entre “escribas y fariseos” poblanos te veas.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, por eso deseo que cada silueta morada que vean por la ciudad y que están colocando Rocío Limón y colectivas, se convierta en un recordatorio de que merecemos respeto. Porque merecemos una vida libre de violencia, en la que seamos completamente dueñas de nuestras decisiones, sueños y actos.