Que tal estimados lectores, los saludo con el gusto de siempre en el inicio de otra semana de un año que a algunos se nos está pasando como agua entre los dedos y a otros les parece un congestionamiento desesperante, lo que si hemos sentido de forma extremadamente general, es que la cuesta de enero, ya se prolongó a febrero, con un escenario que tiende a ser negativo en el futuro inmediato, no lo digo yo, así lo publicó el INEGI, BANXICO y todo indicador económico a nivel mundial, pero precisamente por ello es que hoy estamos inmersos en la batalla de las opiniones, ante la ausencia de resultados positivos de los que gobiernan, sumado a la falta de opción de proyecto de los que en teoría debiesen oponerse, pero presentándose con un proyecto distinto, porque no solo basta el hecho de decir no, también deben de decirle a la sociedad cual es el camino en el corto, mediano y largo plazo, lo cual no hacen.
Vemos particularmente interesados en distraer a un sector de la opinión pública, a ese electorado que ya no es simpatizante, ni crédulo, con las cosas sin importancia, pero que causan estridencia en el debate público, porque saben que esa opinión puede destruir un proyecto político que ya naufragó en términos resultadistas positivos para la sociedad mexicana, ellos son los más interesados en hacer ruido con las situaciones ya mencionadas, para que el electorado no empiece a opinar, cuestionar e incluso a mirar otras posibilidades, de lo que realmente interesa que es la solución de la problemática nacional que esta deteriorando la vida de los ciudadanos, por eso es que esta batalla mediática, es la mas vil que estamos viendo contra la propia sociedad mexicana y que viene encabezada por aquellos que debieran ser los primeros en obedecer, que son los que encabezan temporalmente el gobierno.
Podemos analizar la falta de respeto del presidente López Obrador hacia sus pares de los otros dos poderes de la unión, que si el saludo, que si el lugar; pero lo que no vemos o de lo que se nos quiere distraer es de que se está desacatando la vida republicana al no respetar las determinaciones del poder judicial o no se está respetando o se trata de linchar mediáticamente el legitimo bloqueo político de iniciativas de ley además del mandato ciudadano, es más alarmante que el Presidente y su partido pretendan violentar el procedimiento de los nuevos consejeros del INE al nombrarlos por tómbola y no por capacidad para el cargo; que se pretenda dejar en calidad de adorno al Instituto Nacional del Acceso a la Información, al pretender que el Senado no nombre a sus integrantes; pareciera que a la autodeterminada 4T le molesta la democracia o le estorba la transparencia, eso es algo que sí nos debería ocupar como ciudadanos ya que el derecho a elegir e informarnos de la vida pública es más importante, que averiguar u opinar por los exabruptos personales del Presidente hacia la Ministra Piña o al diputado Santiago Creel; porque para AMLO ya no hay futuro, solo el fin de su sexenio, pero los mexicanos no podemos permitir que se mine el futuro de las instituciones que pongan fin a la democracia que la ciudadanía ha venido conformando desde hace algunos años.
Decía Noam Chomsky que la manipulación mediática, hace mas daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros; estoy de acuerdo con él, hemos pasado de que el “novedoso” ejercicio de comunicación que eran las mañaneras, dejara de ser un mecanismo de acceso a la información o actividades laborales del ejecutivo, para volverse patíbulo y guillotina del actual régimen, que primero ejecuta, nunca averigua, solo alimenta un flácido discurso político y al final los que pagan el resultado de un gobierno hundido en la demagogia, son los ciudadanos, el presidente López Obrador hoy es una caricatura de Robespierre queriendo instaurar desde la manipulación ciudadana; una época del terror que le permita transitar políticamente en la transición con alguien de su partido, ante la incapacidad política, electoral, jurídica además de la administrativa para conducir un gobierno a la altura de todos los mexicanos, que le permitiera haber transitado al cambio que la sociedad si necesitaba; estamos viendo hoy a un Presidente que está administrando su fracaso y exhibiendo sus carencias.
Pero del lado de la oposición instituida en algunos partidos políticos, también vemos que se ha pretendido adoptar un inútil discurso de víctima, no vemos como sociedad una oposición de propuesta, que como ya mencioné en párrafos anteriores indique el camino que se va a seguir o que se pretende construir no desde la visión de la partidocracia, sino desde la visión ciudadana, pareciera que solo se concentran en ser los reactivos al discurso del Presidente que condena el pasado, mismo pasado del que hoy tanto oficialistas como opositores son producto; de ahí la importancia de que no se pretenda orientar la discusión pública a la reducción de esa mediocre expresión popular al decir; estábamos mejor cuando estábamos mal, porque los de hoy están peor.
Es de suma importancia entender como ciudadanos que decirse de oposición no puede reducirse a buscar como cabeza visible de alguna inconformidad a un integrante del poder judicial o pretender que quien encabece una legítima reacción social, forme parte de un órgano autónomo que tiene como función garantizar la participación ciudadana, no encabezarla, porque los referidos, precisamente solo son piezas de la institucionalidad que como ciudadanos debemos exigir a quienes nos representan o gobiernan, imperioso que en todo momento los contendientes en la grama política preserven en acato del mandato de las instituciones, sean herramientas al servicio de los mexicanos, llevándolo a cabo precisamente con argumentos, propuestas, congruencia política y obediencia de la ley además de estar constantemente acudiendo a las instituciones, que se ha demostrado es el punto flaco de AMLO.
Si el Presidente y algunos de los opositores principalmente los aliancistas reducen el debate público a la resistencia de uno contra el otro, no se sorprendan ninguno de los dos cuando la sociedad no les vuelva a dar la oportunidad de servirle, porque los mexicanos desde hace mucho tiempo son sabedores que ante su participación ciudadana, no hay plan político-electoral, ni estructura o padrón de beneficiarios que funcione para contener la participación política de los ciudadanos el día de la elección, que en su reacción pudiese constituir en un proyecto que condene a los que hoy desde el poder disponen de forma desmesurada y también sorprenda a los que desde la oposición solo reaccionan, victimizan pero no proponen, como dirían en mi pueblo acuérdense que “donde menos se piensa, salta la liebre”.