Este pan en forma de corona, decorado con acitrones, naranjas e higos cristalizados, cerezas en almíbar y una costra de concha, es más que un manjar estacional: La Rosca de Reyes

Representa la corona de los tres reyes magos, quienes, según la tradición, entregaron obsequios a los niños en la víspera de esta fecha.

En el evento, los comensales se reúnen alrededor de la mesa, cada uno toma su turno para cortar una rebanada, con la esperanza de no encontrar el famoso “muñequito” escondido en la masa.

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Si se encuentra, la tradición dicta que deben invitar a los tamales el 2 de febrero, día de la Candelaria.

Mientras la rosca se parte, los participantes disfrutan también de una taza de chocolate caliente, creando así un ambiente festivo y cálido.

Patricia López, historiadora gastronómica, destaca que la forma actual de la rosca simboliza la perfección y lo eterno según la creencia católica, al ser un círculo u óvalo sin principio ni fin.

Las frutas en la decoración representan las joyas de la corona, mientras que el cuchillo simboliza la herramienta para vencer al mal.

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El muñequito esconde al niño Jesús, escapando del rey Herodes, quien buscaba acabar con su vida tras su nacimiento, según la historia bíblica.

La rosca de reyes tiene raíces en festividades paganas de la antigua Roma, específicamente en las Saturnalias, que conmemoraban el solsticio de invierno.

Durante ese tiempo, se distribuían panes redondos con frutos secos.

En la Edad Media, la tradición resurgió en Europa, especialmente en los reinos que conforman la actual España, dando lugar a la versión actual del pan con influencias mediterráneas.

Patricia López señala que hay dudas sobre si la rosca llegó al Nuevo Mundo con su forma actual, ya que hay referencias del siglo XIX que mencionan un pastel en lugar de la conocida rosca.

Sin embargo, destaca que la costumbre de esconder un objeto en la masa ha perdurado a lo largo de los siglos. Inicialmente, se utilizaba una haba seca, y quien la encontrara era proclamado el Rey del Haba, disfrutando de privilegios durante una semana.

A lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, el seis de enero era conocido como el día de Adoración de los Santos Reyes, marcando el inicio del año en la tradición mexicana.

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