Así como la canción de Parchis de “yo soy la ficha roja”, me presento, yo soy Pilar y soy la ficha B, es decir soy Bisexual.
Luego de algunos años pensaba sí era necesario tener esa etiqueta en mi lista de etiquetas de lo que soy y lo que represento. Y como diría Barbara Arredondo, nunca tuve la necesidad, pero me di cuenta que necesitábamos tomar espacios.
Hoy es el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. Se conmemora porque un 17 de mayo de 1990 se eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así que aquí estamos, tomando espacios.
Soy bisexual y desde aquí es donde escribo. La bisexualidad es la capacidad de amar a personas tanto de su propio sexo como de otro sexo. Esta capacidad puede incluir la atracción física, sexual y emocional.
Siempre he sido bisexual. Aunque al igual que muchísimas personas fui socializada como una persona femenina y heterosexual, las mujeres y mis encuentros con ellas han existido en mi vida. Mucho más de los que podría aceptar publicamente, porque en este Estado tan conservador donde vivo, es muy difícil no ser heterosexual.
Hoy en día soy desconfiada al hablar de mi bisexualidad con otras personas, ya que desgraciadamente la bifobia (el odio y discriminación hacia personas bisexuales) es un fenómeno real. Debido a que las identidades bisexuales son una especie de escala de grises en contraste con el “blanco o negro” que implica ser hetero u homosexual. Las personas bisexuales pueden sufrir discriminación, prejuicios o invisibilización desde ambas comunidades.
En mi largo recorrido he visto discriminación por las orientaciones sexuales. Y ya lo dijeran muchas, no es lo mismo el privilegio de ser un blanco gay a la disciminación de irse a besar en una plaza comercial porque habrá un señalamiento.
Como mujer siempre existirá una discriminación hacia nuestra sexualidad. Y mucho más a la orientación que ejercemos, porque seamos honestos, es mejor visto un homosexual como Ricky Martín que una lesbiana que vive en la periferia de la ciudad.
Ser bisexual no es un paso disfrazado en el camino hacia la homosexualidad. No solo implica atracción hacia hombres y mujeres en un sentido binario, sino atracción hacia lo parecido, en términos de género, y lo distinto. No significa sentir atracciones de la misma intensidad a distintos géneros. Tampoco hay una forma prescrita de serlo; es un espectro de identidades que nada tiene que ver con tu historial sexual o romántico.
Las mujeres bisexuales no hemos acabado de salir del armario y somos las más invisibles dentro de los colectivo LGBTI+. Lo más difícil de ser bisexual es combatir la bifobia. Tener que soportar ciertos comentarios, ciertas alusiones como ‘Estás en una fase, o puede que estés indecisa…”
Como forma de bifobia, a mí, la que más me afecta personalmente, o la que más considero importante es que la bisexualidad es siempre una identidad negada. Siempre se nos considera medio heterosexual y medio homosexual. Depende, en todo caso, de la percepción de la gente, de con quien estemos teniendo una relación. Es algo que no pasa con el resto de las identidades sexuales.
Así que sirva esta columna para decirle al mundo que soy Bisexual. Que hoy 17 de mayo hagamos consciencia de nuestros prejuicios y nuestros señalamientos. Que las fobias que se ejercen sobre nosotras y sobre cualquier otra persona que no sea heteronormada debe parar, porque el odio genera más odio y muerte.
Porque no hay heteros, gays, lesbianas, bisexuales, solo somos personas que nos enamoramos de otras personas. Porque como diría Mariana Limon: Soy bisexual por libertad, valentía, ternura y desobediencia.
Nos leemos en la siguiente columna.
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